martes, 30 de abril de 2013

Un tango a la independencia de Lituania.

http://www.youtube.com/watch?v=n6xAxu0ywX4





'Koridorious'. Un tango

Se bailan acordes de Astor Piazzola en el corredor, porque la independencia de Lituania es una tragedia y una celebración al mismo tiempo. Por encima de todo, es lo desconocido; ese paisaje de neblina que penetra a través de la ventana al final de la película y la prolongada espera de una nación que despide ahora al que durante cincuenta años fué su gobierno paternalista.

Y veo esta espera fútil que ansía el cambio en las similitudes físicas entre el niño rubio que quema sábanas y el joven que fuma mientras pierde la vista hacia el infinito, pensativo, al inicio de la filmación. ¿Podrían ser una misma persona? Un niño que aprenderá a esperar, ya que los años pasarán y la habitación vacía tras los brindis y el baile permanecerá vacía nuevamente, y los personajes se pasearán por el corredor buscando algo... abriendo puertas de madera, porque ninguna otra puerta encontrarán abierta.

El liderazgo soviético será continuado por unas reglas religiosas muy rígidas, y escuchamos los coros y las oraciones detrás de las paredes. Las torres industriales se tornarán campanarios. Y, tenemos un observador, como lo tuvo también Tarkovsky; es un hombre moreno que canta a través de una ventana destartalada y juega con la idea del suicidio. Porque una escopeta es buena para cantar a través de su cañón, y quién sabe, la muerte podría traer consigo el paraíso. Pero eso también es desconocido y nada pasará en esta escena tampoco.

Cine mudo que refuerza la pérdida de comunicación durante los tiempos soviéticos, y la falta de dirección personal de los personajes ahora que han sido dejados a su libre albedrío. Un pasado que se torna difuso a veces; otras es temido, otras pura nostalgia. Un pasado que envuelve la primera mitad de la película con un halo de aburrimiento profesado por la mayoría de los personajes de este corredor. Y un futuro que les fué robado a varias generaciones y está manchado, y es desconocido: el hombre que acaricia la cara de un niño, nostálgico de su propia juventud, haciendo que salga corriendo como si escapase del horror y de la muerte para dejar al hombre temblando y tapándose la cara avergonzado.

Se abre una puerta al fondo del corredor, una luz blanca sale del habitáculo. ¿Una promesa de futuro?, ¿el paraíso perdido?

El niño rubio nos enseña su montón de llaves, esperando abrir con ellas muchas puertas, pero... todo lo que hace es esconderse en una habitación oscura y beber. El alcoholismo ha sido uno de los mayores problemas sociales de los países post-soviéticos, hecho reflejado en este niño que no sabe qué otra cosa podría hacer ahora. O se ha perdido, o quiere escapar de una gris realidad. Sufrirá y tendrá que luchar para salir de su ciénaga, siendo empujado hacia el lodo por hombres que quieren sepultarle en el barro. La quema de sábanas blancas como símbolo de la inocencia perdida, el disparo a un pájaro como símbolo de la libertad robada.

Comerá también una manzana, llevándonos a una referencia bíblica sobre el paraíso y la condenación eterna.

Afuera hay hogueras para que la gente se caliente, a modo de ofrenda para purificarse a sí mismos y a una tierra que lleva décadas muerta. En la mesa donde más tarde se tumbarán los personajes, a esperar a ser devorados por los dioses, hay ahora un pastel cortado en trozos diferentes... como si quisieran simbolizar la separación de las federaciones soviéticas de Rusia. Hay varios huevos rotos y descascarados.

'No se puede hacer tortilla sin romper huevos', dijo Lenin para justificar las masacres. Y el dolor.

lunes, 29 de abril de 2013

Lugares comunes



'Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información pero dando también, enseñando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información. 


Si alguno de ustedes es un deficiente mental y cree en verdades reveladas, en dogmas religiosos o en doctrinas políticas sería saludable que se dedicara predicar en un templo o desde una tribuna. 

Si por desgracia siguen en esto, traten de dejar las supersticiones en el pasillo, antes de entrar en el aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, eso no sirve. Lo que se impone por la fuerza es rechazado y en poco tiempo se olvida. Ningún chico será mejor por saber de memoria el año en que nació Cervantes. Póngase como meta enseñarles a pensar, a que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas. Las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa. 

Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas son ya lugares comunes, pero no pierden vigencia: qué, cómo, dónde, cuándo, por qué. Si en esto admitimos, también, eso de que "la meta es el camino", como respuesta no nos sirve. Describe la tragedia de la vida, pero no la explica. Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha encomendado, pero que yo espero de ustedes, como maestros, se la impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin piedad. Sin límites.'




Algunos son partidarios de un cine que rompe radicalmente con la literatura, con el teatro, con el resto de las artes plásticas, y se impone como revelador de la realidad de una forma diferente y única. Sin embargo, estractos de celuloide, como este diálogo de 'Lugares comunes' (Adolfo Aristarain, Argentina, 2002) son pequeñas joyas a apuntar en alguna de esas libretas que siempre nos proponemos hojear en los malos ratos. Un material de recapacitación, plastilina para modelar pensando. 

Raras veces lo hacemos.

'El despertar de la lucidez puede no suceder nunca pero cuando llega, si llega, no hay modo de evitarlo. Y cuando llega, se queda para siempre. Cuando se percibe el absurdo, el sinsentido de la vida, se percibe también que no hay metas y que no hay progreso. Se entiende, aunque no se quiera aceptar, que la vida nace con la muerte adosada; que la vida y la muerte no son consecutivas, sino simultaneas e inseparables. Si uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan banal que no se puede vivir como una tragedia...'


A apuntar en la libreta también el nombre de Aristarain, para seguir viendo su cine, que promete y mucho... y que con 'Lugares comunes' me dejó, como se dice, con el corazón en un puño. Lucidez es lo que despierta este hombre, y es desde luego un equilibrista de las emociones y sentimentalismos. 

El sistema educativo actual, y me temo que el de todos los tiempos pasados, lleva años dándome quebraderos de cabeza. Ese interés por el adoctrinamiento, por la memorización de conceptos vacíos, por un ejercicio mental que más conlleva de repetición que de entendimiento... toda esa ideología que me saca de quicio. Como dijo el escritor americano Chuck Palahniuk (conocido por 'El club de la lucha', sobre todo); 'La educación le enseñará a mi hijo a ser un buen empleado, pero jamás a dirigir su propio negocio'.
A pesar de haber navegado más o menos en las aguas de lo que llaman 'educación superior', hasta llegar por fín a la licenciatura, confieso que no estoy de acuerdo con estos métodos. Que poco, muy poco, he aprendido estudiando para los exámenes y centrándome en el tipo de preguntas y de valoraciones que los profesores me inculcaban. La educación universitaria, que siempre había idealizado, se tornó en una serie encadenada de obstáculos teóricos, de requisitos burocráticos, que fuí saltando hasta conseguir un trozo de papel que dice que soy médico. Pero realmente, ¿qué he aprendido en las aulas?, ¿qué me llevo de estos largos años de trabajo duro?

Dicen que durante la residencia (el famoso MIR), se estudia más y mejor que en todo el resto de los años académicos. Quizás sea el hecho de encontrar por fín una aplicación, una realidad, a lo que hacemos. El saber que tu estudio diario ayuda realmente al paciente, el cribar de una vez por todas esa inmensa cantidad de información inútil que tanto recalcamos para exámenes tipo test y otros obstáculos. Y quedarnos con lo que de verdad nos ayuda a comprender las cosas, lo que nos hace pensar, lo que al paciente -en definitiva- le importa.

El cine nos ha vuelto a demostrar a los pesimistas e incrédulos, que los humanos tenemos un potencial infinito para lo bueno y para la belleza, no solamente para todo aquello que despierta rechazo y que nos afanamos en identificar como 'naturaleza humana'. Pero yo pienso que no es real, somos un potencial, hacia cualquier polo del espectro de lo malo y de lo bueno. Y en estos últimos años he descubierto muchas mentes que nos deleitan con un trocito de genio, y que comparten sus ideas a través del cine. 

Esas memorias plasmadas y esas series de pensamientos evocan a su vez otros nuevos. Hay miles de películas capaces de cambiar tu día, incluso de cambiar tu forma de ver las cosas. Muchos se han cuestionado su manera de vivir tras una novela, tras una película. Esa fuerza creativa también es creadora, y los recuerdos además, van ligados muchas veces al momento en que escuchamos esta o aquella canción, a la noche en la que vimos esta o aquella película con cierta persona, a aquel párrafo de la novela que releímos hasta la saciedad.

Mi viaje a Frankfurt empezó con unas memorias sobre la infancia del director Manuel de Oliveira. 'Porto da minha infância'; una colección de imágenes mentales y de sensaciones de aquellos años de su vida, que yo veía sentada junto a las puertas de embarque, mientras una niña le decía a su hermano que hay que tener siete años para poder sentarse junto a la ventanilla. Y que esa es una regla inamovible de la historia.

Qué interesante ver qué significó el cine, como empezó todo, para los grandes directores de los que tanto absorbemos película tras película. Hace poco que ví también 'La morte rouge (Soliloquio)' de Víctor Erice, y me conmovió pasearme por sus memorias sobre 'La garra escarlata'... que fué la primera película en grabarse en su memoria.

De Haneke, por ejemplo, he aprendido el análisis minucioso de una situación, el uso de ese 'bisturí de Haneke' que dicen muchos de sus seguidores, para seccionar con cuidado el cadáver de una época histórica o de una situación personal. Su cine, que siempre supone al espectador como ser pensante e inteligente capaz de decidir por sí mismo qué es qué y en qué evolucionará ese análisis, es un arma potente de reflexión. 'La cinta blanca' por ejemplo, es una autopsia sobre la sociedad alemana antes de la I guerra mundial, una disección de la represión y crueldad de una Alemania que dió lugar a un caldo de cultivo para el horror en décadas venideras. El drama personal de 'La pianista' fué también una historia de impacto a la hora de entender los motivos de una persona para desarrollar ciertas tendencias sexuales y comportamientos auto-agresivos que encuentran placer en la denigración de uno mismo. Y 'El séptimo continente', crítica sangrante del capitalismo y de la desesperación de lo cotidiano. Y 'Caché' o 'Código desconocido', ambas centradas en la realidad de la inmigración. Y tantas otras piezas por descubrir y por analizar, salidas de la mente de este austríaco, con su estilo austero y su pensamiento frondoso.

FRANKFURT


Ich liebe Deutschland.

Y es que todas las experiencias que he tenido hasta la fecha en Alemania han sido buenas. Pienso de verdad que el país está un poco infravalorado como destino turístico en España; ese estereotipo de frialdad estética, ambiente gris y cierta falta de vivacidad no es real. Frankfurt, por ejemplo, es una explosión de multiculturalidad con el raro encanto de las grandes metrópolis noreuropeas. Se respira un ambiente de calma en barrios que rodean al centro neurálgico de la ciudad y se amurallan de rascacielos y templos de la economía; la gente va en bici a hacer la compra, hay pequeñas tiendas de materiales de costura y repostería en cada esquina, abundan las cafeterías acogedoras donde hacer un parón para tomar té y tarta.

En este contexto de emigración masiva, crisis económica y liderazgo germánico en la Unión Europea es lógico que surjan reticencias hacia un país que se muestra además como potencia industrial, pragmática y cúspide de la eficiencia. Sin embargo, al menos como turista, Alemania siempre me ha dejado buen sabor de  boca. Aunque aún tengo que explorar Berlín a fondo, me pareció una ciudad interesantísima y llena de cultura moderna e histórica. Mi paso por Hamburgo fué también una explosión de vida parecida a Frankfurt: es una mole, una ciudad plagada de hombres de negocios trajeados junto a ciclistas con chubasqueros de colores que se paran en los puestos de frutas y en las múltiples tiendas de segunda mano o de productos ecológicos que encontrarás en cada esquina. Bremen, por su parte, es un rinconcito con encanto donde la arquitectura gótica se lleva la palma. Sorprende también el mundo rural alemán, con su apariencia ultraorganizada y sus casas con tejado de piedra.

Mi idea personal es que las capitales y grandes ciudades del sur son a primer golpe de vista, más llamativas. Son ciudades para visitar. Madrid, Barcelona, París, Roma... todas te envuelven en una especie de torbellino   de sensaciones, de colores más vivos, de intensidad. No obstante se me antojan caóticas para la vida diaria, mientras que las metrópolis del norte son más habitables, ordenadas, tranquilas.
Incluso Londres, donde siempre me he sentido en medio del centro del universo, me resulta más manejable que las grandes ciudades españolas o italianas. Quizás sea la influencia del clima, del carácter latino... no sabría descifrarlo con precisión.

Volviendo a Frankfurt; no creo que mucha gente se plantee unas vacaciones en esta ciudad, es sobre todo un destino para los negocios y un intercambiador de vuelos llegados de todos sitios. Mi viaje a Frankfurt surgió a raíz de un vuelo barato, como otros tantos que se ofertan tanto al aeropuerto de Hahn (Ryanair) como al aeropuerto internacional (sobre todo, Lufthansa) ya que hay unos 260 destinos directos y el tráfico de pasajeros se sitúa cada año en el top 3 europeo, junto a Heathrow y Charles de Gaulle.
Al principio pensé en desviar mi trayectoria para visitar Heidelberg o Colonia (de las dos se dice que son muy bonitas) y Frankfurt me lo imaginaba como unas vacaciones de poco interés y más bien lúgubres. Los buenos precios de los hostales y la fácil conexión en autobús desde Hahn, acabaron por llevarme hacia el Meno 4 noches, de todos modos. Y la verdad es que no me arrepiento.

¿Qué hacer en Frankfurt?
Hay varias atracciones turísticas de todos tipos, si es que lo tuyo son los museos y los edificios emblemáticos. Yo me acabé decantando por visitar la casa de Goethe y el museo arqueológico, pero hay también una buena galería de arte (galería Städel), además de museos de arte moderno, arquitectura, cine, artes aplicadas, iconos...

En este cuarto se escribió 'Die Leiden des jungen Werthers' y en esta casa, situada en el casco histórico de Frankfurt, vivió Goethe durante casi cincuenta años.


Me pasé también por la bolsa, con su estatua del toro y el oso, símbolo de la caída y la bajada de los mercados. Se pueden visitar además varias iglesias y edificios de la Unión Europea.

La oferta de restaurantes étnicos es también muy amplia, además de la propia oferta alemana con las cervecerías y restaurantes de comida típica (para amantes de la carne es ideal y la 'Paulaner dom' es un buen sitio para tomarse una pinta a buen precio). Si te gusta la comida india, especialmente, en Frankfurt tienes gran cantidad de sitios de calidad con sólo darte una vuelta por la zona de Sachsenhausen (al norte del río Meno), y una opción recomendable es 'Bombay Palace' donde el Korma de pollo estaba muy rico. De todas formas, me he cruzado con restaurantes persas, tailandeses, japoneses, chinos, italianos, españoles, libaneses... en fín, hay para todos los gustos. Y luego está la repostería alemana (hay pastelerías y panaderías en todas las esquinas). Recomendables las 'berlinesas', los 'pretzels' y varios tipos de pan con queso fundido.

Las compras atraerán también a mucha gente; la calle Zeil alberga galerías comerciales de todo tipo y los precios en Alemania no son tan diferentes a los de España. Recomendables las vistas (¡gratis!) desde lo más alto de esta galería comercial; la fusión de los edificios religiosos reconstruídos y del casco histórico (Römer) con los grandes rascacielos y bancos es impresionante. Frankfurt es una ciudad eminentemente funcional, pero que alberga muchos recovecos bonitos y sobre todo atmosféricos.

Somos unos afortunados. Vivimos en una época donde las distancias son tan cortas que surcamos los aires en unas horas y aventuras como perderse en una ciudad nueva o descubrir otra cultura están al alcance de mucha más gente que en épocas pasadas. Viajar ha perdido ese sentido de 'hazaña' que supongo encerraría para los antiguos, ya que llegar a destino en cualquier rincón de Europa -y un poco más fuera del continente, pero no tanto- es cuestión de un ratito. Alguien me dijo que le había perdido el miedo a la incertidumbre al haberse despertado en su casa esa mañana y haber dormido en Bangkok ese mismo día, que de repente se había dado cuenta de que todo es posible y que precisamente en este mundo en el que vivimos, las posibilidades son inmensas y lo impensable es ya cierto.

Como nos decía Werther en una de sus cartas sobre la vida: " Las flores de la vida no son sino vanas vivencias. ¡Cuántas se marchitan sin dejar el más mínimo rastro! ¡Cuán pocas fructifican y qué pocas de estas frutas llegan a madurar! Y sin embargo,[...] ¿podemos no hacer caso de los frutos maduros, despreciarlos y dejarlos pudrir sin disfrutarlos?"

Cuanto más estáticos nos volvemos, cuanto más nos abandonamos a la rutina y a lo mundano de cada día, más nos cuesta cruzar fronteras. Las fronteras que sean, mentales o geográficas, se tornan dificilísimas y queremos quedarnos estancados en lo conocido una vez más. Sin embargo, una vez pones pié en carretera, quieres más y... redescubres que esos frutos de la vida sobre los que Werther filosofaba, son los que realmente nos llenan la mente de imágenes, anécdotas, vivencias. Y que no hay nada, absolutamente nada, comparable a recolectarlas.


martes, 23 de abril de 2013

Consulte a su psiquiatra sobre qué es un psiquiatra ( II )



Como jueces de la lucidez o locura de las personas (que así nos etiquetan a veces), acabamos muchas veces siendo el malo de la película. Pero como leí anoche en una entrevista con un antiguo director de la Sociedad Española de Psiquiatría; 'Los psiquiatras seremos los malos de la película, pero no hay ni uno en paro'. Y me gustó ese tono irónico, que por otra parte caracteriza bastante a este médico que fué brevemente profesor mío.

Y con este fragmento final de 'Annie Hall', destacar también la cantidad de chistes que comienzan con; 'un tipo va al psiquiatra y...', además de todas las bromas que se nos gasta a los que nos dedicamos a esto.

Escuché en algún sitio a un psiquiatra que contaba que el padre de un amigo había dicho sobre la lotería de Navidad: 'no sé qué número tocará, pero seguramente lo sepa el psiquiatra'.

Se nos ve como adivinos, telépatas, un poco en la vertiente arrabalesca de la Patafísica. Pero realmente  no es tan diferente una consulta psiquiátrica de cualquier otra rama médica: es cierto que los síntomas son intangibles y no podemos medir un pensamiento o la cantidad de angustia de un enfermo. Sin embargo tenemos pautas y 'pistas' que nos orientan hacia un diagnóstico u otro, y que vamos analizando durante la entrevista clínica con el paciente. En base a eso, ponemos un tratamiento CON EVIDENCIA CIENTÍFICA para su enfermedad (pasaron ya los años del psicoanálisis en las consultas, quedan psicoanalistas pero no he visto a ninguno en los hospitales públicos todavía). Los fármacos actúan a nivel molecular sobre determinados niveles de neurotransmisores u hormonas, y todo eso se complementa con ayuda psicológica y psicoterapia ya que hemos visto que los factores ambientales influyen en el desarrollo de la enfermedad mental y deben de abordarse de forma conjunta. Esa es quizás la mayor diferencia de la Psiquiatría; el tratar no sólo lo puramente tangible y limitarse a medicar síntomas, sino también indagar sobre el entorno y las circunstancias de esa persona para ayudarle a comprenderse mejor y a mejorar el ambiente en el que vive.

... pero, se nos sigue llamando 'loqueros' y mucha gente teme especialmente ir al psiquiatra, ya que es síntoma de haber perdido totalmente la cabeza, de ser raro, peligroso, un fraude para los demás y para uno mismo. Por no hablar de decirle a la gente que estás a tratamiento psiquiátrico, es prácticamente una humillación y un insulto. Por eso tenemos mucho camino por delante para combatir el estigma social que rodea a la especialidad. 

Se dice también que a todo lo llamamos locura y que muchas personas 'especiales' son juzgadas como enfermos en nuestras consultas. Nadie, absolutamente nadie, tiene un perfil psicológico de normalidad absoluta ya que es totalmente normal tener rasgos de personalidad que nos inclinan hacia un polo u otro; es normal ser un poco más solitario, un poco más neurótico u obsesivo, un poquito más miedoso... pero los psiquiatras no tratamos eso. No he visto a ninguno prescribir medicación o solicitar terapia para gente que simplemente tiene unos rasgos de personalidad así o asá, que no influyen en su calidad de vida ni en la de los demás, y que le permiten perfectamente conseguir las metas que se propone en la vida.
La enfermedad mental sin embargo, deteriora mucho el bienestar de una persona y de su entorno, le impide muchas veces conseguir sus logros, le causa sufrimiento y miedo. En esos casos es lógico que le ayudemos.

 En los últimos años han aparecido también tendencias sociales peculiares en cuanto a la apetencia por el trastorno mental. Hay famosos que se autodiagnositcan como bipolares, por ejemplo, y se considera de lo más interesante. He visto a gente que, al contrario que muchos enfermos reales (nadie quiere estar enfermo y un diagnóstico de enfermedad mental es muy duro), están encantados de decir: 'yo es que soy bipolar', 'no me torees que soy un psicópata', 'a mí lo que me pasa es que soy maníaco-depresivo por eso por la mañana estaba contentísimo y ahora en el trabajo me deprimo hasta lo más hondo.'

Que no hombre, que no. Que no somos unos farsantes, que queremos de veras ayudar a las personas. Que no tildamos a unos y a otros de locos y cuerdos, que nosotros mismos tenemos nuestros rasgos de personalidad (no hay dos psiquiatras iguales, ese 'perfil psicológico del psiquiatra' es una gran mentira.)

Hay psiquiatras muy buenos en el campo emocional, gente que ha escogido ser psiquiatra por esa gran capacidad para empatizar y comunicar con las personas. Un paciente psiquiátrico no quiere tomarse el tratamiento, te aseguro que cuesta sudor y lágrimas conseguir que una persona con esquizofrenia no deje de tomar su medicación (que suele ser durísima) en las fases donde está estable y se encuentra divinamente, y lo mismo ocurre por ejemplo con el trastorno bipolar. El psiquiatra tiene una labor preventivista muy importante, mejorando la adherencia terapéutica, y eso se consigue compenetrándose muy bien con el paciente; inspirando confianza, explicando muy bien en qué consisten las cosas y qué es su enfermedad, hablando mucho con la familia y creando un ambiente de empatía con ella, dedicando mucho tiempo a escuchar, mostrando comprensión, no juzgando a las personas, siendo capaz de mantener la mente abierta y siempre, siempre, recordando que tienes a una persona sentada en frente de tí y que se merece no sólo una atención respetuosa sino que le trates también con amabilidad e incluso con ternura.

Otros psiquiatras, apasionados del funcionamiento del cerebro humano, disfrutan entendiendo más sobre cómo nos comportamos y les gusta mucho entender cómo piensan sus pacientes. Los hay interesados en la investigación neurológica, los hay más inclinados hacia la Psicología con sus tipos de terapia, otros siempre quisieron ser médicos-filósofos y acabarán encontrando en la Psiquiatría mucha inspiración para sus divagaciones sobre la vida. En definitiva, hay muchas razones distintas para adentrarse en esta aventura de ser psiquiatra y la mayoría buscan mejorar la calidad de vida de las personas.

Consulte a su psiquiatra sobre qué es un psiquiatra ( I )



Aunque ayer me dediqué a alabar las reacciones positivas de la gente hacia mi elección por la Psiquiatría, sobre todo ese interés en conocer más sobre esta parte de la medicina, hoy me voy a centrar en algunas ideas preconcebidas y dudas sobre la especialidad.

Cuando alguien dedice ser pediatra, tendrá que escuchar: '¡qué maravilla, trabajar con niños siempre te roba una sonrisa!' y '¡mucha paciencia con las mamás, que son de lo más pesadas!'.
Si por el contrario eliges Ginecología siendo un chico, lidiarás con comentarios bromistas sobre tu supuesta perversión (esto se aplica, claro, en el mismo sentido a las urólogas.) Una vez escuché que le decían a la nueva residente de Urología: '¿¿es que no quedaba otra cosa para escoger?? ¡menuda profesión para una chica!'
La pobre mujer me decía que estaba harta de escuchar ese tipo de cosas, que la Urología le había parecido siempre muy bonita y que dejasen ya de atosigarla.
A los cardiólogos les dicen: '¡muy bien, hombre! ¡el corazón es lo más importante!' y luego a los neurólogos les dirán: '¡el cerebro es lo más importante!'. A los obstetras: '¡traer niños al mundo es lo más importante!'
Pero en realidad, para cada persona, su médico 'más importante' va a ser el que pueda ayudarle con su mal. Los médicos de familia serán sin duda sus primeros aliados, a las puertas de todo el sistema sanitario. Por eso me parece muy injusto que el desprestigio siga extendiéndose entre este colectivo y pocos les digan que son los 'más importantes' con mayúsculas.

El médico preventivista, el microbiólogo, el geriatra, el intensivista, el anatomopatólogo, el anestesista, el médico de análisis clínicos y bioquímica clínica, el forense, el médico del deporte, el rehabilitador... en fín, un larguísimo et cetera de especialidades que pienso no son tan reconocidas en la sociedad como debieran.

Y luego, claro, estamos los psiquiatras. Como una imagen vale más que mil palabras, voy a colocar algunos dibujos aquí que ilustran lo que mucha gente sigue pensando de la Psiquiatría:

He oído muchas veces que los psiquiatras damos pastillas para todo y nos forramos a base de prescribir antidepresivos para todo el mundo.

-'¡Por lo menos siendo psiquiatra te vas a hinchar de dinero!'

-'¿Psiquiatra? ¡son todos unos traficantes de medicamentos!'

-'Los psiquiatras sólo saben darte pastillas; que estás triste; pastilla. Que estás demasiado contento; toma pastilla. Que me siento solo; ¡PASTILLA!'

-'Hacer Psiquiatría, ¿¿para qué?? te dedicarás a sedar a la gente, porque el que está loco, loco se queda. No se puede hacer nada.'




...y, seguimos con los mitos;

-'¡Los psiquiatras te preguntan todo el tiempo por tu infancia!'

-'¡Los psiquiatras no dejan de preguntarte si odias a tu padre!'

-'¡TODO PALABRERÍA, NO SABEN NADA, NADA, NADA!'




Los psiquiatras también somos 'unos locos' para mucha gente, porque al tratar con enfermos mentales se pierde fácilmente la cabeza y porque ya de por sí el médico que elige ser psiquiatra es un excéntrico. Incluso en diagramas para elegir especialidad, nos colocan de tal manera.

[... pero, la verdad es que ninguna especialidad sale demasiado bien parada en este famoso diagrama; unos son bordes, otros vagos, otros indiferentes con el paciente, otros carecen de capacidad de atención...]




La piedra de la locura.



Salpêtrière 1794, "Philippe Pinel observa como liberan a los alienados de las cadenas".
Pintura de Tony Robert-Fleury (1876).
[Cuadro que se dibujaba en la pantalla en una de mis primeras clases de Psiquiatría.]


Hacía tiempo que tenía en mente escribir una especie de agradecimiento, lanzados al aire, a la gente y a las circunstancias que me han hecho elegir ser psiquiatra. Es momento de echar la vista atrás y de recordar el primer contacto que tuve con la especialidad...

Yo no empecé Medicina para ser psiquiatra. Mi idea se centraba más en dos caminos (medicina tropical/cirugía) que no llegué a seguir completamente al tropezarme con ciertas asignaturas, prácticas hospitalarias y pacientes especiales, también con grandes psiquiatras. En un primer momento, a la hora de elegir mi carrera, sólo pensé en la vertiente de ayuda humanitaria que concede ser médico; en la posibilidad de trabajar en ONGs y colaborar en proyectos internacionales en países subdesarrollados. Sigue siendo una meta para mí y espero de veras encontrar mi sitio donde aportar un granito de arena como psiquiatra. Confesaré también que en realidad me duele un poco no haberme inclinado más hacia especialidades como la Medicina de Familia, la Ginecología, la Pediatría... todas ellas de ayuda prioritaria en ese tipo de campañas.
En cuanto a la cirugía, siempre me había parecido una especie de 'profesión suprema' donde uno tiene en sus manos la vida de las personas y se enfrenta, a sangre fría, a ese momento crucial que es tener al paciente tumbado en la camilla y listo para dar fín, a golpe de bisturí, a una larga cadena de diagnósticos y tratamientos. Mis primeras prácticas de quirófano, hace ya unos cuatro años, fueron de lo más emocionante; a las ocho de la mañana, vestida con toda la indumentaria quirúrgica (todo muy profesional, ¡excepto el haberme puesto dos gorros por calzas!), acompañaba a la anestesista en los preparativos a la llegada de un paciente al que operaban los otorrinolaringólogos.


Y ahí estaba yo, nerviosa pensando en si me marearía durante la intervención, si me dejarían por fin tocar algo (era estudiante de 3º de medicina), si sería todo como lo imaginaba. No ví mucho, hice aún menos y tras una semana en prácticas empecé a pensar en que quizás me hubiese equivocado y aquello no fuese lo mío. El interés inicial y la emoción por las operaciones se fué tornando menor por lo mecánico y repetitivo del trabajo. Empecé a pensar que tal vez no quisiera ser un 'médico ejecutor', que es muchas veces el eslabón final de la cadena para un enfermo. Tuve un gran profesor, cirujano general y del aparato digestivo, apasionado de su trabajo y muy implicado en sus clases y seminarios... así que retomé más tarde el interés por la cirugía, si bien sólo triunfó en lo teórico. Conseguí disfrutar las asignaturas quirúrgicas, volviendo a hacérseme pesado el quirófano. Mientras muchos compañeros ansiaban el momento de coger el bisturí, de aprender a suturar, y comentaban emocionados que habían ayudado en una histerectomía o habían visto una neurocirugía complejísima... yo no conseguía mantener el interés en las operaciones. Soy también bastante manazas; mientras todos sabían ya hacer nudos quirúrgicos y suturas, yo me peleaba con las pinzas y las agujas.

Mis intereses a lo largo de la carrera fueron evolucionando más o menos como en este resumen:

-1º de Medicina: Pasión por la histología y la fisiología. La anatomía y las disecciones me entusiasman al inicio y acaban por aburrirme mucho. Quiero ver tejidos al microscopio y entender cómo funcionan los diferentes órganos, me gusta también el mundo molecular y me lo paso bien en prácticas de Bioquímica.



-2º de Medicina: Descubro el sistema nervioso y me interesan muchísimo todas las teorías, por especulativas que sean, sobre la cognición, el pensamiento, la transmisión de señales cerebrales. No tanto la vertiente estructural de la Neurología. Estudio también las bases de Inmunología, y me encanta. Descubro el mundo de las hormonas en Endocrinología y disfruto mucho la asignatura.



-3º de Medicina: Hago prácticas de Patología General en Medicina Interna y quiero ser internista, me llama muchísimo la atención la forma de trabajo con toda su interrelación de sistemas, ¡esa gente sabe muchísimo! Y me encanta pasar planta, explorar enfermos, incluso hacer historias clínicas. En el quirófano me aburro. Tengo un profesor genial, un psiquiatra muy prestigioso, que me enseña Psicología médica en unas clases muy dinámicas que me transmiten mucha curiosidad. Hay también unos seminarios donde se muestran vídeos de consultas psiquiátricas y me quedo a cuadros, ¡qué cosas más raras, pero qué pacientes extrañísimos! (gente que ha tenido familiares o conocidos estudiando medicina en mi universidad me han preguntado por esos vídeos, la verdad es que a todo el mundo le impresionan mucho, pero son muy reales.)



-4º de Medicina: Empezamos a estudiar a fondo las enfermedades, después de habernos enfrentado a una Farmacología y Patología General terriblemente áridas. Es mi año Erasmus y me gustan mucho las prácticas de Pediatría, en especial en neonatos, así que me olvido de la Psiquiatría para volver a soñar con ser internista o pediatra. Además, me gustan la Ginecología, la Urología, la Neumología... todas las 'médicas'.
En verano solicito un mes de prácticas en la Unidad de Agudos de Psiquiatría de mi hospital, ya que no ofertan plazas en Medicina Interna y tendría que ir y venir todos los días a otra ciudad. Dudo seriamente entre ser psiquiatra o internista.


-5º de Medicina: La hepatología es la estrella, aunque no me disgusta ninguna asignatura. Me intereso por Aparato Digestivo. Estudio Neurología y la asignatura me apasiona, aunque en las prácticas me decepciona un poco (90% de los casos en varias semanas son cefaleas y Alzheimer, y es muy repetitivo); esa vertiente especulativa e investigadora de la Neurología dista bastante del día a día de la especialidad. Esto también pasa con la Psiquiatría pero hay tal variabilidad entre un paciente y otro con un mismo diagnóstico, que se hace muy poco rutinario. Reencuentro de lleno con la especialidad en las aulas, de la mano del mismo profesor que tanto me había gustado en 3º. Vuelvo a hacer prácticas en la unidad de agudos psiquiátricos, me dejan entrevistar a pacientes e historiarlos, y son mis prácticas favoritas de toda la carrera. Estudio temas apasionantes como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, los trastornos de personalidad, las bases biológicas de la depresión...
En verano solicito prácticas en un centro de salud mental y me gusta bastante menos que la planta de agudos por la cantidad de casos banales que en realidad no son padecimientos psiquiátricos. Aún así me sigue interesando mucho el tema...



-6º de Medicina: Dudo si debería hacer Medicina Preventiva y Salud Pública, porque es un tema que desconocía hasta entonces y las reflexiones que se hacen en las clases me parecen muy interesantes. Descubro también la labor de médicos preventivistas en el campo de la medicina tropical (planificación de vacunaciones, investigación sobre pandemias, epidemiología...) En 1º además me había gustado mucho la estadística y más tarde la asignatura de epidemiología, que se había centrado sobre todo en la metodología que hay detrás de la Medicina Preventiva.



Hace unas semanas, viendo vídeos de jornadas post-MIR de varias academias, encontré una charla de un catedrático de Psiquiatría de Madrid que sugería un listado de razones que llevan a un médico a decidirse por hacer Psiquiatría. Las cito casi textualmente:

1. Por interés clínico en las enfermedades psiquiátricas (interés especial por entender la esquizofrenia, o apego especial por alguna enfermedad mental que le resulta curiosa, et cetera.)

2. Por interés científico en el cerebro; el enigma de la conducta, las emociones, 'el alma'...

3. Por un interés más filosófico (el pensamiento, la literatura, los personajes de las novelas; todos ellos nos llevan a preguntarnos sobre esos temas.)

4. Por curarse a uno mismo (todos tenemos angustias y conflictos mentales, y hay un deseo natural de saber más sobre esas cuestiones.)

5. Por interés familiar; 'porque mi padre tiene una consulta de Psiquiatría y yo lo que quiero es heredarla.'

Me sacó rápidamente de varias dudas, ya que creo que cumplo perfectamente los puntos del 1 al 4, y reflexionando... pienso que tiene mucha razón. Que un listado tan simple encierra las verdaderas razones de la mayoría de nosotros -una o varias- para ser psiquiatras.

En realidad, todo cuenta. El haberme inclinado siempre hacia la novela y el drama psicológico en el campo de las artes, también hacia la filosofía (siempre fué mi asignatura favorita), me han hecho ir cultivando una curiosidad y un interés por el comportamiento humano a lo largo de los años. Pienso que mi elección final para ser psiquiatra fué 'de corazón', como suele decirse, y guiada por razones múltiples. Mi profesor de Psicología médica y Psiquiatría, que supo transmitirme el enigma de la neurobiología que se esconde tras las enfermedades mentales fué probablemente el eslabón inicial; antes de empezar la carrera, yo hubiese dicho que un psiquiatra era ese señor que te tumba en el diván y te muestra borrones de tinta para psicoanalizarte según tus respuestas. Mucha gente sigue sin saber que los psiquiatras son médicos, y yo probablemente lo dudase antes de conocer este mundo, o lo hubiese confundido mucho con un psicólogo.

Y es que aunque todos nos quejábamos de que 'con ese hombre era muy difícil tomar apuntes', por la cantidad de interrelaciones y de preguntas al aire que surgían en sus clases, pienso que es una persona que no sólo tiene un conocimiento muy extenso de la Psiquiatría, sino que sabe comunicar. Eso en un profesor es impagable. De todas formas, no necesita reconocimientos adicionales, es un psiquiatra de renombre y muy conocido. Pero yo suelto al aire mi agradecimiento silencioso.

A los psiquiatras que me supervisaron en las prácticas, tanto en el hospital como en el centro de salud mental, nuevamente gracias. He visto metodologías de trabajo muy variadas pero creo que la gran mayoría ayudaban mucho a mejorar la calidad de vida de sus pacientes y de sus familias, implicándose en los diagnósticos y supervisión de los tratamientos. Puedo asegurar que no es un tema sencillo, el paciente psiquiátrico es muchas veces complicado de entrevistar, no tiene conciencia de enfermedad, y los tratamientos son agresivos por lo que hay que llevar un control muy estrecho sobre las dosis y los niveles sanguíneos de los fármacos. He visto de hecho algunas intoxicaciones por litio (tratamiento estrella del trastorno bipolar, compite en su excreción renal con el sodio) que han terminado en la UVI con el paciente gravísimo. Y he visto un síndrome neuroléptico maligno que terminó en fallecimiento.

Mis prejuicios iniciales contra los psicofármacos o tratamientos como la terapia electroconvulsiva han tenido que ir desapareciendo. Es muy cierto que existe un abuso de antidepresivos y unos intereses fraudulentos detrás de la venta masiva de fármacos 'para ser feliz', fármacos que ofrecen arreglarlo todo cuando realmente no es esa la función que deberían cumplir en la sociedad. Sin embargo, los antipsicóticos se han demostrado de gran ayuda en el control de muchos síntomas de la esquizofrenia (con lo cual, nuevamente, las causas en Psiquiatría tienen gran base biológica) y han hecho posible algo impensable, que es que muchos pacientes con enfermedades mentales graves puedan llevar una vida normal o al menos experimenten mejoría. Lo mismo ocurre en los trastornos de ansiedad y en las depresiones, quien piensa que la depresión 'es un cuento chino' no ha visto jamás a una persona combatiendo un episodio depresivo.

Y la terapia electroconvulsiva (antiguo 'electroshock') que me escandalizó en su día, se muestra por el momento como una alternativa terapéutica beneficiosa para pacientes muy graves que no responden a ningún tratamiento farmacológico, así como pacientes embarazadas a las cuales no puede medicarse por la gran cantidad de efectos perjudiciales para el feto que conllevaría la toma de psicofármacos.
Este tratamiento se emplea sólo como último recurso y he visto, para mi propia sorpresa, que mejora mucho los síntomas de los pacientes y realmente les ayuda a luchar contra su enfermedad. Pero todo es, claro, muy misterioso: sabemos que existen circuitos eléctricos cerebrales afectados, sabemos que es beneficiosa la terapia basada en ellos, pero no entendemos aún el funcionamiento exacto.
¿Y qué efectos secundarios se han visto en estos años? una pérdida de memoria temporal y una desorientación, sobre todo. No tenemos ni siquiera grandes estudios prospectivos sobre los efectos cognitivos a largo plazo, pero todo parece apuntar a que no hay grandes daños.

Gracias a todos aquellos que se dedican a compartir y hacer accesible su conocimiento en el campo de la neurociencia, o en campos relacionados, o en cualquier campo. Creo que es una de las tareas más importantes que existen, y de las más meritorias. Nombres como Carl Sagan, Richard Feynman, Oliver Sacks, Marcus Chown, Antonio Damasio, Bertrand Rusell, Eduard Punset y otros muchos saltan a la mente al pensar en algunos ejemplos. Han despertado mi interés por sus respectivos campos (astronomía, física, neuropsiquiatría, psicología, filosofía, biología...) y eso es un regalo impagable, de verdad.

Gracias a los pacientes que he visto durante mis prácticas, hoy en especial a aquellos que luchan día a día contra una enfermedad mental. A pesar de los grandes estigmas que combaten y a los que yo tenía reticencias también en los comienzos de todo esto, hay muchas personas que realmente merecen la pena y que tienen el grandísimo mérito de enfrentarse a enfermedades tan duras. Si bien es cierto que en una fase psicótica o en un delirio paranoide grave, el paciente suele ser tan suspicaz que no dejará ni siquiera que el estudiante entrase con el psiquiatra en la consulta, ese mismo paciente cuando mejora llega a decirte cosas como;

'El estudiante puede entrar, por supuesto, y espero que aprenda mucho conmigo.'

Realmente emociona, sobre todo si has visto con tus propios ojos por lo que ha pasado esa persona. Los pacientes psiquiátricos no son tontos, ni locos, ni malvados... son gente como tú y como yo, enfrentándose a enfermedades que biológicamente no distan tanto de una diabetes o de la hipertensión. No están poseídos por demonios, no contagian su locura alrededor. Y yo quiero creer que un diagnóstico y prevención precoz de las enfermedades mentales, junto a las mejoras en los tratamientos y el mayor conocimiento de las neurociencias, van a cambiar radicalmente el estigma social detrás de los pacientes psiquiátricos. 

Y gracias a las familias, parejas, amigos y demás personas cercanas a esos pacientes por su colaboración indispensable para el psiquiatra. Hay gente muy paciente, gente que realmente quiere muchísimo a esos enfermos y está dispuesta a entrevistarse largo y tendido con un psiquiatra, a fín de que pueda conseguir más información para llegar al diagnóstico correcto. No he visto tampoco grandes prejuicios contra la figura del psiquiatra, los pacientes y sus familias suelen darle bastante importancia al papel que juega. Además, esta gente es muchas veces cercana con el estudiante, te permite entrar en la consulta, te incluye en la entrevista como si ya fueses un médico más, te agradece tu trabajo al marcharse y te desea que llegues a ser una gran psiquiatra. Son detalles que realmente ayudan mucho durante la carrera y también durante el trabajo de un médico, porque lidiamos con temas muy duros, nos frustramos mucho, a menudo nos sentimos inútiles y atados de manos. Un paciente agradecido es la recompensa de muchos días malos.

Gracias a toda la gente que me ha dicho que puedo ser una buena psiquiatra, a los que han sabido hacerme ver que este trabajo 'me pega' o que podría tener cualidades aprovechables para dedicarme al estudio de las enfermedades mentales. La gente a mi alrededor no ha tenido grandes estigmas en contra de mi elección, dudo que consideren que otras especialidades médicas son más importantes, la familia y los amigos siempre quieren aprender más sobre Psiquiatría. Cualquier mito, cualquier duda sobre los pacientes psiquiátricos, sobre los tratamientos, sobre el trabajo que un psiquiatra realmente lleva a cabo... todas ellas son cosas un tanto abstractas para todo aquel que no ha conocido este campo desde dentro (como lo fueron para mí hace unos años) pero creo que la gente tiene curiosidad y quiere aprender sobre estos temas.

lunes, 22 de abril de 2013

El valor para marcharse, el miedo a llegar...


Ticking away the moments that make up a dull day
You fritter and waste the hours in an offhand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way

Tired of lying in the sunshine
Staying home to watch the rain
And you are young and life is long
And there is time to kill today
And then one day you find
Ten years have got behind you
No one told you when to run
You missed the starting gun

And you run, and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death

Every year is getting shorter
Never seem to find the time
Plans that either come to nought
Or half a page of scribbled lines
Hanging on in quiet desparation is the English way
The time is gone
The song is over
Thought I'd something more to say

Home, home again
I like to be here when I can
When I come home cold and tired
It's good to warm my bones beside the fire
Far away across the field
The tolling of the iron bell
Calls the faithful to their knees
To hear the softly spoken magic spells.


Time.
[Pink Floyd]





En estos tiempos de vuelta a la emigración para muchos españoles, quedarse en casa es un privilegio. La familiaridad del lugar donde creciste y has vivido siempre, las facilidades logísticas, la gente que quieres... todas son cosas muy a tener en cuenta a la hora de hacer o deshacer las maletas. Algunos dicen que 'la tierra tira' y que la identidad de lo conocido siempre acaba por hacernos volver al sitio donde nacimos. Aún no estoy segura pero quizás tenga su razón de ser, es decir, los ancianos pierden la memoria reciente mucho antes de la remota y su vejez se torna en una rememoración frecuente de su juventud y de su infancia. Por lo tanto, es lógico que quieran reencontrarse con su tierra y volver a sentirse más seguros, acompañados por un entorno que conocen y del que se sienten parte, y por unas memorias que cobran vida en esas calles.

Yo, sin embargo, he optado por lo nuevo. Al menos por un tiempo. Y es en estas primeras fases de incertidumbre y preparativos para el cambio donde uno se plantea si realmente ha hecho lo correcto, si no hubiese sido mejor dejarse de complicaciones y no arriesgarse con un cambio. Porque al final todo es distinto y todo es lo mismo.

Hace unos años me mudé durante un curso completo, fuera del país, y no recuerdo bien cómo me sentía al dejar la estación de mi ciudad pero pienso que era una sensación parecida a la que tengo ahora; una mezcla de ilusión, emoción y miedo. Dudas, también dudas, y un sentimiento de cierta culpabilidad por alejarse de la familia, que obviamente preferiría que sus miembros estuviesen cerca.

Fué una experiencia que guardaré en mi memoria toda la vida, de todas formas. Con sus cosas buenas y sus cosas malas, porque en todos los sitios se viven momentos parecidos y se conoce a la misma gente en rostros distintos. ¿Qué me llevo de la vida si no exploro este mundo?, ¿hay algún sentimiento mejor que pisar por primera vez un sitio nuevo?, ¿de verdad compensa la seguridad de lo conocido al aprendizaje de un cambio?

Todas las respuestas son válidas para esas preguntas que supongo, nos hacemos todos.


Todo esto me recuerda que debería ver pronto 'Into the wild', la película basada en el diario de Christopher McCandless; la búsqueda del verdadero sentido de la vida de alguien que donó todas sus posesiones a la beneficencia para irse a Alaska y reencontrarse con la naturaleza. La historia, claro está, de un idealista.
Aunque realmente no sé si las ansias de 'ver mundo' y dejarlo todo para lanzarse a la aventura de recorrer nuevos países y de perderse es lo que más me conviene ahora mismo. Empiezo una etapa de cambio, sí, pero también de asentamiento y dudo que las posibilidades de viajar mejoren. Más bien al contrario, ya que el tiempo de vacaciones será reducido.



Sea como sea, allá vamos. 
El valor para marcharse, el miedo a llegar; otro motor más en la vida de una persona.

domingo, 21 de abril de 2013

Madrid, Madrid, Madrid.



Madrid para mí es colorido, luz, multiculturalidad. Como cualquier capital, es vibrante y llena de vida, pero pienso que tiene también un tono muy meridional típico de las grandes ciudades del sur de Europa. 
Roma, por ejemplo, es una explosión de diseños, colores, aromas y sabores de todo tipo. Como visitante, te 'golpea fuertemente los sentidos', como leí en una guía de Lonely Planet hace tiempo. Ese torbellino de vida se torna a veces en un caos incontrolable, para volver a ser el mejor lugar del mundo al momento siguiente. Una relación amor-odio que yo prefiero en pequeñas dosis, en visitas intensas a esas ciudades, pero sin pasar demasiado tiempo perdido en ellas.

Un amasijo de cosas que me recuerda a varios cuadros de la colección 'Hiperrealismo 1967-2012' del museo Thyssen, culminación de mi viaje.

La lista de 'cosas que ver' en Madrid es interminable: desde los museos de arte hasta el paseo por el parque del Retiro o la Plaza del Sol. El típico bocadillo de calamares que todos los bares ofrecen y llaman 'el auténtico'. Las calles llenas de gente, el metro abarrotado, el calor al mediodía, los turistas americanos y asiáticos, mil idiomas entremezclados en el aire, grandes edificios administrativos, el olor a tapas y cerveza rubia, el cláxon de los coches volviéndose loco en los atascos, los mendigos descalzos pidiendo limosna en los semáforos, las tiendas de souvenir y las tiendas de moda.

Y yo siempre pienso, en cualquier gran ciudad, en el 'Poema de la multitud que vomita', de Federico García Lorca...

MERZBILD 1A. El psiquiatra.


«La Gran Guerra ha terminado, en cierto modo el mundo está en ruinas, así pues, recojo sus fragmentos, construyo una nueva realidad».


-Kurt Schwitters





Esta mañana, recorriendo el museo Thyssen en Madrid, tropecé con esta obra; http://www.museothyssen.org/thyssen/ficha_obra/638.

Y aunque en un primer momento pasé de largo, volví la vista después de unos pasos para fijarme en la idea que encierra ese cuadro; una reconstrucción de pedazos rotos, ese collage de desechos que podría ser metáfora de la tarea que empiezo dentro de nada.

Ya en 1919, este pintor alemán, veía a los psiquiatras como una especie de intérpretes de los engranajes cerebrales, de recolectores de ideas perdidas, de procesadores de la rueda del pensamiento. Y no se equivocaba Schwitters al pintarnos de ese modo.

La gente sigue teniendo miedo a esa 'locura contagiosa' que nos acecha en las consultas, y siguen en el aire varios mitos sobre las enfermedades mentales que hacen que a todos se nos pregunte: '¿pero por qué quieres ser psiquiatra, hombre?'

Todas las especialidades que puede escoger un médico tienen su parte bonita, esa es mi opinión al menos, con lo cual no hay nada que me parezca más importante que lo que hace el de al lado. Seguramente no me interesaría demasiado ser cardiólogo, o anestesista, pediatra, cirujano... pero todas ellas tienen mi respeto. Hay, sin embargo, ciertas reticencias hacia los psiquiatras por parte de otros médicos. Tratamos lo intangible (miedos, angustias, pensamientos, estados de ánimo) y por tanto eso nos convierte en una especie de pseudociencia para muchos. Visualizar mentalmente qué es una fractura de fémur o una hemorragia cerebral es algo al alcance de todos, pero titubearíamos más si nos preguntasen qué es la depresión, qué es una compulsión, qué es la consciencia o la personalidad. Porque hay muchos factores que aún no conocemos y, como he oído decir (muy acertadamente) a algún psiquiatra en jornadas post-MIR de diversas academias: 'aún estamos muy verdes en etiologías'. La psiquiatría ha avanzado paralelamente al desarrollo de las neurociencias, de una manera espectacular en los últimos cien años, si bien lidia con temas demasiado complejos para ser descifrados al detalle hasta la fecha.

Como ejemplo claro de lo que digo está la reciente película de David Cronenberg 'Un método peligroso', ambientada a principios del siglo XX en una Europa que absorbía las más novedosas ideas sobre psiquiatría. La teoría de la pansexualidad de Freud, los inicios del psicoanálisis, la falta absoluta de conocimientos sobre las causas de las enfermedades mentales, las explicaciones que distaban mucho de una base biológica por ser algo impensable todavía. 

Hoy sin embargo sabemos ya mucho más de lo que algunos se imaginan, y puede resumirse en el título de una entrevista al psiquiatra argentino Marcelo Cetkovich que me encantó: 'El futuro de la psiquiatría, un modelo neurobiológico abierto al ambiente'.


Pero volvamos al meollo de la cuestión: ¿Por qué quieres ser psiquiatra?

-Porque no hay nada que me interese más que entender la manera de pensar, de ver la vida y de enfocar ideas que tenemos todos y cada uno de nosotros. Me parece apasionante imaginar cómo de una conexión electroquímica entre neuronas surge una imagen mental, un recuerdo, una abstracción. No me importa demasiado enfrentarme a lo desconocido ya que no soy una persona muy mecanicista y la rutina rápidamente me aplasta; prefiero la duda a la certeza. La psiquiatría tiene un componente de subjetividad diagnóstica que molesta a muchos futuros médicos, pero es a la vez un gran reto que te implica en profundidad con tu paciente. En psiquiatría se escucha mucho, se transmite mucho, se habla con familiares y se pregunta por todo tipo de ideas. Uno conoce muchas cosas sobre su paciente y esa cercanía es algo incomparable que he vivido siendo estudiante, en prácticas en las plantas de ingreso psiquiátrico y unidades de salud mental.

-Por otra parte, las inmensas posibilidades de investigación. La investigación es algo que me ha atraído desde hace mucho, de hecho mi principal dilema a la hora de decantarme por una especialidad fué con Anatomía Patológica (me parece una especialidad preciosa, interesantísima, pero no me decidí por ella por falta de contacto con el paciente... algo que siempre me había gustado demasiado.)


-Porque me gustaría ayudar a combatir el estigma contra la enfermedad mental, que causa un sufrimiento doble; el de la propia enfermedad y el del rechazo de los demás. Muchas veces las propias familias o parejas del paciente no consiguen comprender por qué se comporta de esa manera determinada, y llegan a culparle de su enfermedad. En el mundo académico o laboral las cosas tampoco son mejores, enfrentándose muchas veces a un rechazo bastante doloroso que convierte una enfermedad en una auténtica ruptura biográfica que aisla a esa persona de su vida normal y empeora secundariamente su enfermedad.

-Por la gran variedad de pacientes que uno puede tratar: desde el enfermo psicótico con fenómenos alucinatorios, al adicto a drogas en proceso de desintoxicación o al enfermo neurótico o con ataques de ansiedad muy similares a situaciones que todos hemos vivido. Todo esto teniendo en cuenta la propia variabilidad interpersonal, que hace que dos enfermos con un mismo diagnóstico sean muy diferentes en su manejo psicoterapéutico y en su sintomatología cognitiva. He visto también una mejoría clara en todos estos subgrupos cuando hice prácticas como estudiante, si bien se tiende en mi opinión a una sobremedicación donde la industria farmacéutica se pone las botas, y la psiquiatrización de fenómenos normales esconde un beneficio económico más que corrupto. Estos son aspectos que me hicieron dudar a la hora de elegir psiquiatría como especialidad, y que intuyo reaparecerán durante los próximos años, ya que son muchos los psiquiatras que acaban accediendo a este fraude.

-Porque siempre me han gustado las humanidades (antropología, filosofía, psicología, literatura psicológica, arte abstracto...) y todo aquello que lidie con lo desconocido sobre nuestro comportamiento. Históricamente se relaciona al psiquiatra con este perfil de 'médico humanista' y se dice que la especialidad te ayuda a ahondar en esos campos de interés, que son además muy complementarios para tu trabajo.

Dentro de un mes comienzo mis andanzas como médico interno residente en Psiquiatría. 
Veremos cómo cambian mis perspectivas.

martes, 16 de abril de 2013

Inyección de lusofilia.



'O cinema só trata daquilo que existe, não daquilo que poderia existir. Mesmo quando mostra fantasia, o cinema agarra-se a coisas concretas. O realizador não é criador, é criatura'.

-Manoel de Oliveira.


104 años de edad y más de 40 películas en su filmografía, no le impiden al director portugués seguir deleitándonos con obras maestras de calado psicológico y descarga intelectual.
Ahora mismo graba en Brasil 'A igreja do diabo', película de la que a penas he leído que tratará sobre un estudiante alojado en la casa de un hombre infiel, hecho conocido por su propia esposa. En 2012 grabó en Francia 'Gebo et l'ombre (Gebo e a sombra)', ambientada en el siglo XIX, y centrada en la historia de un patriarca pobre que ofrece protección a un hijo fugitivo. El año pasado colaboró también, junto con Víctor Erice y Aki Kaurismäki, en el largometraje de historias cortas como tributo a Guimarães (ciudad del norte de Portugal.)

Hace poco que descubrí dos de sus grandes obras: 'A divina comedia' y 'Vale Abraão'. Ambas son películas eminentemente visuales y que han tomado mucho del teatro. La primera nos cuenta la historia de una 'Casa de alienados', o antiguo hospital psiquiátrico, donde los diferentes personajes encarnan grandes figuras de la literatura (Raskolnikov y Sonya, Ivan y Alyosha Karamazov, Nietzche) y de la Biblia (Lázaro, Jesucristo, Santa Teresa, Adán y Eva...) además de la figura del profeta de la 'salvación del mundo' y del filósofo-anticristo.

'Vale Abraão', película exquisita en el sentido más honesto de la palabra, indaga sobre la imposibilidad de una felicidad completa en el ámbito sexual o romántico del ser humano. Muchos la han descrito como 'fresco en movimiento', por la gran belleza de sus paisajes (ambientada en el valle del Duero), músicas, decorados, palabras. Es una película que deja huella: poética, intemporal, barroca, minimalsta. Nos deja entrever una crítica social a una burguesía estancada y reacia al idealismo, así como la influencia de la tradición y el catolicismo en los prejuicios de los personajes que rodean a la protagonista. 

lunes, 15 de abril de 2013

La inspiración de escuchar.

Hace tiempo tropecé con la película del director tailandés Apichatpong Weerasethakul que da nombre a este blog. Entre los múltiples temas que se desmenuzan en la trama, aparecían la relación médico-paciente y la contraposición entre la cercanía de la consulta rural y la esterilización emocional de los grandes hospitales. Este cine innovador y preciosista, de humor irónico y raíces budistas me hizo pensar en volver a escribir. Realmente, la medicina es una fuente constante de inspiración para todo aquel que se interese por la naturaleza humana.
El director tailandés Apichatpong Weerasethakul.



Otras piezas interesantes del séptimo arte, que analizan aspectos del mundo de la medicina y me han hecho redescubrir este potencial expresivo que se vive en frente de un paciente -o como paciente uno mismo- han sido, muy especialmente:



-'Ikiru (Vivir)', 1952, Akira Kurosawa, Japón.


Inolvidable, conmovedora, obra maestra del cine de todos los tiempos. Siempre recordaré a Watanabe, protagonista de esta historia sobre el sentido de la vida en las pequeñas cosas, sentado en un columpio bajo la lluvia. Una vida gris, monótona y entumecida como oficinista se torna en un redescubrimiento de los placeres cotidianos. Tras el diagnóstico de un cáncer terminal de estómago, Watanabe decide VIVIR y VIVE durante los últimos meses que le quedan de existencia.

Pienso que esta película ha podido ayudar incluso a muchos enfermos en situaciones similares, especialmente al tratar sobre una patología que azotó a los países asiáticos en tal proporción.

'Llevo treinta años sin contemplar una puesta de sol'.



-'Les invasions barbares', 2003, Denys Arcand, Canadá.

Denys Arcand.

Un guión simplemente brillante, inteligente, cultivadísimo, divertido, emotivo, energético. Esta es la historia de un vividor, un hombre que en contraposición a Watanabe, no se ha privado de nada y teme ahora su inminente muerte. Gravemente enfermo de un cáncer terminal, reflexiona sobre su vida y sobre la situación mundial con una lucidez que aplasta.



-'Smultronstället (Fresas salvajes)', 1957, Ingmar Bergman, Suecia.



Una de las obras maestras de uno de mis directores favoritos. El doctor Borg, que ha conseguido todos los éxitos posibles como médico y tiene el reconocimiento de sus pacientes y colegas, reflexiona sobre su vida personal a través de un viaje para asistir a un homenaje en su universidad. El sabor de las fresas salvajes en la casa de su infancia, los exámenes de medicina frente al microscopio, los tenebrosos sueños donde contempla su propio cadáver... y, esa sensación de vacío. Todo eso le hará reflexionar sobre lo vivido.

'El séptimo sello' es otra gran obra de Bergman sobre la vida y la muerte, sin duda.



-'Mia aioniotita kai mia mera (La eternidad y un día)', 1998, Theodoros Angelopoulos, Grecia.



Un escritor que compra palabras olvidadas para escribir con ellas poemas es el personaje principal de este paseo por los últimos días de vida de una persona enferma. Este poeta, de nombre Alexander, se enfrenta ahora al reto de comprender a sus seres queridos antes de morir. A través de las cartas de su fallecida esposa, intenta descifrar los pensamientos de esta y de su hija.

-------------

Y otras películas, que aunque no han tenido tanto calado para mí, creo transmiten ideas muy interesantes sobre temas médicos son:



-'The Fountain', 2006, Darren Aronofsky, EE.UU.

Un médico y un conquistador español en Sudamérica pelean por la consecución de la inmortalidad.


-'Biutiful', Alejandro González Iñárritu, 2010, México.

Últimos días de un hombre gravemente enfermo, encierra también una crítica social bastante conmovedora.


-'Hævnen (Civilization) (In a Better World)', 2010, Susane Bier, Dinamarca.

Película que transmite la sensación de pérdida y caos personal con fuerza desgarradora, a través de varias historias que se entrecruzan. Entre ellas la de un niño que ha perdido a su madre recientemente y busca redención y revancha, y la de un matrimonio de médicos daneses en trámites de separación.


-'Wit (Amar la vida)', 2001, Mike Nichols, EE.UU.

IMPRESCINDIBLE película para médicos y profesionales sanitarios de todo tipo. El viaje hacia la muerte de una paciente terminal y todo los errores de comunicación y calidad humana que se cometen en los hospitales con frecuencia. Es de un realismo brutal, crítica y honesta. Es un reflejo del día a día al que nos enfrentaremos muchos y se expone a veces en seminarios de comunicación médica.


-'Mi vida sin mí', 2003, Isabel Coixet, España.

Película nostálgica y lírica sobre el cambio en la vida de una chica con un una lista de 'cosas que hacer antes de morir'.


-'50/50', 2011, Jonathan Levine, EEUU.

Cine indie sin gran filigrana artística, si bien encierra un mensaje muy positivo sobre todo para gente joven que se está enfrentando a tumores. La relación médico-paciente es sincera y realista, mostrándonos los puntos flojos que se ven con frecuencia en las consultas.


-'Y tu mamá también', 2001, Alfonso Cuarón, México.

Oda a la vida. Película de tintes eróticos y diálogos simplistas que encierra sin embargo, una fuerza bastante positiva y un sentimentalismo sincero, sin tapujos.



Un agradecimiento de corazón a mis pacientes, por lo que he aprendido de ellos siendo estudiante, y por ser motivación constante para seguir en este camino para ser médico. He visto protestas abusivas, descaros y prejuicios en las consultas, tanto en la dirección paciente-médico como en sentido inverso, pero la mayoría ha sido bueno. Realmente es muy reconfortante trabajar con personas, sentarse sin tapujos a escuchar sus opiniones y sus miedos, e intentar ayudarles a sentirse mejor. No siempre podemos curar, y eso es un dolor muy grande para todos los que nos dedicamos a esto, pero siempre siempre podemos cuidar de un enfermo. Seamos humanos antes que médicos.

En unos días elegiré especialidad y hospital donde realizar la residencia MIR, y estoy segura de que seguiré aprendiendo mucho de los pacientes y de los médicos que de ahora en adelante van a cruzarse en mi camino.