miércoles, 9 de julio de 2014

Horses, horses, horses


A veces pienso que los pacientes psiquiátricos, para muchos, no son seres humanos. Reconocen que son personas como cualquiera pero en las distancias cortas rebosan incomodidad, y por desgracia afloran los comentarios despectivos hasta en las cafeterías hospitalarias.

Es cierto que algunas patologías viven -por así decirlo- en una realidad distinta a la global (¿cuál es la realidad objetiva?) pero eso no justifica que se hable de ellos como si fueran bestias o amebas.

Y es que, aunque parezca de broma, en líneas generales se les encuadra en las viejas categorías del chiste que dice "locos de cojones, toca-cojones y acojonados". Mis pacientes o bien son caraduras, finge-síntomas y seres que viven "sin hacer nada de provecho", o bien se les ve como a auténticos locos de atar a los que hay que tener miedo o incluso mejor apartarlos e ignorarlos del todo, o bien son seres inferiores; algo así como inútiles e ineptos, incapaces de "echarle narices a la vida", quejicas, amedrentados, lastimeros.

-"Oiga, que yo también tuve muchos problemas en la vida, y tire p'alante. Y nunca necesité de psiquiatras ni de pastillas." Desde luego tiene mérito el mero hecho de enfrentarse a la vida y a sus mierdas, pero ¿qué instrumentos tiene cada uno para lidiar con el día a día? No hay listos ni tontos, gente que tiene fuerzas y otros de pacotilla; entendemos poco de la mente y del comportamiento humano, pero lo que queda claro es que hay un entramado de factores bastante complejo.

Por eso el otro día, cuando me despertaron pasadas las tres de la mañana para ver a un paciente "perturbado, pero fatal, como una maraca" creo que no fui demasiado amable al otro lado del busca. Yo también hice guardias de puerta y llamé a especialistas, jamás dije que tenía a un "cardíaco de mierda" o a un paciente "que tose y me da arcadas." Porque eso parece ser lo que subyace a veces a los comentarios de otros colegas; el desprecio, el asco incluso.
Mis pacientes, que pueden llegar a Urgencias intoxicados, con los brazos llenos de cortes, deteriorados por sus trastornos psicóticos y sus tratamientos, con atuendos extravagantes y sucios, con abandono del aseo... mis pacientes, visto así, no son los más apetecibles del mundo. Pero que yo sepa trabajar con enfermos nunca se caracterizó por rodearse de cuerpos bonitos y situaciones de ensueño.

Por favor, sólo pido el mismo respeto que para cualquier otro paciente. No hay por qué pasar miedo, los psiquiatras siempre andamos merodeando por Urgencias y revisando la lista de entradas; en cuanto aparece un nombre conocido que viene por descompensación psicopatológica, muchas veces ya vamos nosotros al box sin llamarnos. Hay personal de seguridad, hay medicación para contener cuando se precisa. No estáis solos con los pacientes psiquiátricos en una jungla (aunque creo de verdad que no sería peor que estar con gente cualquiera. En lo que llevo de residencia no he tenido percances serios; como mucho un par de situaciones delicadas.)
Me gustaría que los médicos que atienden a mis enfermos me dijesen lo que ocurre sin jactancia y que me comentasen, como se hace con cualquier patología, cuáles son los diagnósticos y tratamientos de esa persona. Por no hablar de constantear y explorar, o derivar de manera directa a Psiquiatría si el motivo de consulta es rectorragia.

Y mi paciente de las tres y media de la mañana, diagnosticado de retraso mental y trastorno límite de la personalidad, venía por preocupaciones obsesivoides y alteraciones conductuales en casa -como tantas otras veces ya-. Discutió con sus padres, se pusó alteradísimo y no conseguían que se durmiese ni que estuviese adecuado. Había visto en la tele un programa donde rapaban a los caballos para una feria y no podía quitarse de la cabeza una imagen en la que les recortaban las orejas.

"¡Hacen mucho daño a los animales!", gritaba.

Parece ser que gente sin patología psiquiátrica maltrata a los animales, alaba las corridas de toros y otras fiestas populares de dudosa inocuidad. Mi paciente no lo haría, por más que se suponga que es un atraso social y una persona "perturbada."

Habrá que replantearse algunas cosas.




 


[...] started crashing his head against the locker,
started laughing hysterically
.
When suddenly Johnny gets the feeling he's being surrounded by
horses, horses, horses, horses [...]
-Patti Smith-

domingo, 6 de julio de 2014

Si yo fuera John Nash (pero soy Julián)


Creo que es lo bonito de esto; ver la vida pasar. Lo cotidiano y la diversidad de historias.
Rotar en la USM (Unidad de Salud Mental) es ser una mezcla entre médico de familia y trabajador social; o así pintan las cosas estos primeros días. Es "hacer Psiquiatría de Twitter", como dijo un adjunto en el café el otro día; realmente no hay tiempo para escribir los cursos clínicos con tranquilidad. Por no haber, no hay casi tiempo para hablar con calma. Ni para consultar mucho las dudas.

Yo me siento en el despacho y al otro lado van pasando diferentes historias, algunas peculiares y otras que podrían ser la mía. Hay gente enfadada, agradecida, triste, eufórica, derrotada, renacida, cansada de esperar o encantada de que la atiendas.
La carga asistencial es potente y la variedad de diagnósticos y fármacos que se manejan es bastante mayor que en la Unidad de Hospitalización de Agudos. Muchas reacciones de duelo (readaptaciones tras la muerte de un ser querido), muchos trastornos adaptativos (maneras de afrontar los problemas), mucha depresión y ansiedad. Y luego, muchos pacientes con esquizofrenia y trastorno bipolar que vienen a revisar su evolución y tratamiento, o a hacerse niveles de algunos fármacos. De vez en cuando un paciente con trastorno de la personalidad, del tipo que sea, con quien tienes que escuchar y mostrar mucha calma. Ése es el punto clave; aprender no sólo Psiquiatría, sino una infinita dosis de paciencia y el cómo mantener la empatía muy viva sin acabar derrotada. De nuevo, como dijo el mismo adjunto en su día; "nunca des tu camello, guárdatelo o acabarás perdido en un desierto."
Y qué razón tenía.

Las consultas van pasando y vas solucionando, más o menos, las necesidades y demandas de cada persona. Hay cosas que necesitan cinco minutos y otras que necesitan una hora, y la lista de pacientes siempre parece interminable; por no hablar de ese momento en que te asomas a la sala de espera y ves que no cabe ni un alma.
De vez en cuando, un paciente te resulta algo insólito, extremadamente particular, novelesco incluso. Ese paciente que te comenta que está viendo mucho cine "mi terapia para no tomar demasiada Zyprexa" y que lee "al tomar menos Zyprexa me concentro más".
Tienes cinco minutillos extras y le preguntas qué está viendo últimamente o qué novelas le gustan. Esta semana ha visto "Una menta maravillosa" y te explica que se sintió identificado con Nash; "hace años incluso le ví en una conferencia, y le dije ¡yo también tengo esquizofrenia! No me entendió ni papa claro, pero sonrió todo amable. Creo que la Zyprexa le sienta de maravilla."