lunes, 16 de febrero de 2015

Patoplastia de un naufragio


Hace tiempo que no escribo; no por falta de historias, no por falta de ganas. 
Es esta búsqueda, la mágica indagación de la palabra exacta: como en ese glosario de recursos de exploración psicopatológica que llevo diseñando mentalmente toda mi residencia. Los circuitos hipocámpicos no superan a una libreta de notas. Pero es que sigo buscando una con portada de mar u océano abismal ante los ojos de un pato de goma que intenta nadar. No puedo expresar entre tantas olas, en mares de dudas, entre naufragio y tempestad.

Hoy ha remansado. 

Estoy en la orilla -todavía húmeda- de la memoria, sacudiéndome las pompas de jabón de encima. Dicen que ya soy cuasiR3, pero realmente no sé casi nada. Mientras que en otras especialidades, los residentes parecen seguir una carretera interminable con muchos zigzags (¡pero una carretera!), yo no me equivocaba cuando en la primera semana de residencia, imaginaba que la Psiquiatría es una especie de mar de dudas.

Y esto es lo que me gusta: los quebraderos de cabeza, la hipoteticidad, el asombro ante lo desconocido, sentirme descolocada, cuestionar a diario si la verdad es verdad. 

Lo único malo de los océanos perdidos es que el horizonte rara vez se vislumbra, y el sentido de la orientación se diluye según avanzas. Hay días en que la Psicofarmacología me envuelve y me abraza (¡la polaridad del litio!, ¡a estudiar el Stahl sin parar!, ¡voy a receter la mayor evidencia científica!) pero estos arrebatos de euforia neurobiológica se me hacen trizas cuando alguien más experimentado que yo opina de manera distinta sobre la opción terapéutica en un paciente al que vamos a tratar. Y luego resulta que, por más que las guías -muchas veces ambivalentes- recomienden otra cosa, al paciente efectivamente le funciona ésta.
En otras ocasiones me dejo llevar más por la Psicodinámica, y me planteo formarme en Psicoterapias (¿dónde, cuándo, cómo, cuánto cuesta? Mejor dejar de dormir para poder abarcar). Vuelvo a darme de bruces tras alguna charla de orientación psicológica. 

En fin, que voy tomando un poco de todo, es lo que me parece más sensato. Dejando la mente abierta y la observación aguda: creo que estoy aprendiendo, aunque no es tan fácil medirlo. Frente a pacientes, tengo más soltura y creo que voy avanzando en cuanto a traducción de la idea a la palabra. Siento que donde más patino es en Psicofarmacología: lo confieso, no me aclaro, y cuanto más estudio... más dudas. Me genera inseguridad ya que prescribo todos los días. Otros residentes parecen moverse en esta misma línea.

Y por otra parte, necesito naufragar menos, arrastrándome pasivamente entre pensamientos ajenos. El trato con pacientes psiquiátricos me ha ido mellando: a veces parece una batalla perdida, entre el estigma y la falta de recursos que dar; entre el aislamiento y la ruina; entre la duda y la rutina. 

Al llegar a casa, sólo queda escuchar música, perder la vista por la ventana -y pensar que a lo mejor realmente ayudas-.


4 comentarios:

  1. Probablemente si no sintiéramos que de una u otra manera ayudamos, no podríamos continuar naufragando.....
    Un abrazo! Que bien volverte a leer!

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  2. Cuando escribes? Se te echa de menos! Por donde rotas? Contacta!
    Un beso!
    J.

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  3. Sólo con pensar así, y además compartirlo, ya estás ayudando. Y más si, como estoy segur, actúas en consecuencia.
    Como alguien que se volvió majara hace más de 30 años y pronto dejará de ser oficialmente enfermmental, gracias también en parte a apoyos de profesionales de los autodenominados servicios de salud mental, sólo puedo darte las gracias. Y anunciarte que sí, que mucha más gente agradece y agradecerá, conscientemente o no tanto, que mantengas el rumbo ante los vaivenes de tan ardua travesía. Un abrazo!

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  4. Como va tu residencia? Escribe!!!!!! Es bueno leerte!

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