sábado, 22 de agosto de 2020

¿Cómo reaccionan los pacientes ante un médico no sueco?

 Los suecos están muy acostumbrados a los médicos extranjeros, incluso la gente mayor. Hace décadas que viene personal sanitario de otros sitios, y un buen porcentaje dice no haber tenido nunca un médico de familia sueco. Entre un poco de hipoacusia y las diferencias de acento, no sé cómo nos comprenden los ancianos, pero no suele haber mayor impedimento. También son los ancianos los que suelen preguntar de dónde vienes, aventurándose a hacer averiguaciones propias: "¿eres de España, Italia, Turquía? por el aspecto me parece del sur de Europa". Yo no suelo dar espontáneamente información sobre mis orígenes, me presento como médica y digo mi nombre, y que el paciente saque las conclusiones pertinentes. Pero si me preguntan directamente, respondo. En esos casos, los suecos suelen pronunciar unas palabras de elogio hacia España: lo mucho que les gusta, alguna palabra española, incluso me han dicho lo buena que es la sanidad allá, que tienen una casa en Torrevieja y se van en cuanto llega la oscuridad. Algunos preguntan cómo es que has venido a Suecia, dan un cumplido por tu manejo del idioma ("vad duktig du är!" - duktig es una palabra que los suecos emplean a destajo, significa hábil o capaz). 

Cuando los pacientes reciben la carta/sms con la fecha de la consulta, también se les informa del nombre y apellido (apellidos, en mi caso) del médico. Los comentarios despectivos o racistas son muy infrecuentes, en consultas externas no creo haber escuchado ninguno. No obstante, en Urgencias puede ocurrir que alguien te falte al respeto por tu acento o nacionalidad. Habitualmente son pacientes muy enfadados "con el sistema", cabreados porque no se les han dado tranquilizantes (benzodiacepinas) o en estado de intoxicación/abstinencia alcohólica.

Rara vez sabe el paciente pronunciar mi nombre, en sueco se lee mi nombre de otra manera. Suelen preguntar un par de veces cómo se pronuncia, pero al final lo dejan por imposible y se desesperan. Mis apellidos también los pronuncian mal y les confunde que sean dos, aquí tienen uno nada más. Suelen pensar que tengo dos nombres y el apellido es el último. Aquí es frecuente tener varios nombres (hasta tres o cuatro, aunque usen solamente uno en la práctica) y el apellido paterno. 

Las opiniones sobre los médicos no suecos están divididas, creo yo. Rara vez se expresan en público, pero los pacientes (y el personal sanitario) hacen comentarios sutiles de vez en cuando. Parece que hay pacientes que prefieren un médico extranjero, consideran que les cuidarán más y se preocuparán más por su bienestar. Otros anhelan un médico sueco que hable perfectamente el idioma y conozca al detalle las costumbres del lugar. Aunque la verdad es que la mayoría nos hemos adaptado, por pura necesidad de supervivencia, y trabajamos al modo de cualquier médico sueco. 

Aquí se incide mucho en las formas. A todos los pacientes se les saluda afectuosamente, se les da la bienvenida e incluso las gracias por venir a consulta, se les da la mano (¿o eso era antes de covid-19?) al entrar, se inicia la consulta preguntando ¿cómo te puedo ayudar? Es de mala educación interrumpir al paciente, en consultas externas suele tener una hora de consulta o 30 minutos de llamada telefónica, y es su derecho explayarse. El paciente elige el tratamiento entre las alternativas disponibles y rara vez se consulta a ningún familiar (sólo si el paciente lo pide explícitamente, que raramente lo piden). 

Yo creo que puede tener mucho que ver con que los sanitarios reciben formación en entrevista motivacional. Un método de diálogo con el paciente basado en motivar para el cambio, sin decidir por el paciente ni dar soluciones directas. El paciente expone su problema y, no en pocas ocasiones, surge un dilema o una ambivalencia. Característica humana muy curiosa. Quizás quiere dejar de beber porque tiene miedo a enfermar por la bebida, pero también se lo pasa bien tomando copas y teme perder vida social. Tal vez quiera retomar el tratamiento de la depresión que tan bien le funcionó en episodios previos pero a la vez no retomarlo porque los medicamentos "envenenan el cuerpo". El papel del médico es escuchar el razonamiento e ir guiando con preguntas que ayuden al paciente a tomar su propia decisión. "Si te he entendido bien, parece que te interesaría conseguir X pero para eso perderías Y que es importante para ti", ese tipo de tono en las respuestas.

En España hay buena parte de entrevista motivacional en Psiquiatría, pero las consultas son mucho más cortas y se suele ir al grano con más prisa.

domingo, 4 de noviembre de 2018

De España a Suecia

Ya está. Todas las cajas han llegado a Suecia (algunas con libros de Psiquiatría). Mirando por la ventana, bosque y lago alrededor de la casa, parece que es fácil emigrar. Yo he venido con un contrato laboral, un piso ya alquilado, siendo capaz de conversar en sueco. Y de momento eso parece lo mejor, haber descubierto el sueco. Para mí tiene la concisión y el ritmo que me permiten reformular lo que pienso. Con cada nuevo idioma se reconfiguran los circuitos del cerebro y aunque echaré de menos conversar con los pacientes en español, creo que en sueco se abrirá una nueva forma de diálogo paciente-médico.


''I början då jag var en främling som skulle erövra främlingskapet kastade jag mig över det nya språket likt en utsvulten hund över en saftig köttbit. Jag åt upp svenskan. Jag fyllde min mun med ord, tuggade dem, svalde dem. Jag tog vissa ord i min mun som praliner. Fors, älv, flod, fjäll, berg, hav, vik, sol, moln, regn, snö, dag, natt. Jag föll platt för den svenska naturens enstavighet. Som författare har jag aldrig varit friare än i dessa första dikter då skrivandet inte var bundet vid futtigheter som mening, betydelse, avsikt. Men det är bara en gång i livet man kan skriva på det sättet.''


"Al principio, cuando era un extraño que pretendía consquistar la sensación de extrañeza, me lancé a ello a través del nuevo idioma como un perro hambriento sobre una carne jugosa. Me alimenté del sueco. Llené la boca con palabras, las mastiqué, las tragué. Tomé algunas palabras en mi boca como pralinés. Cascada, río, colina, montaña, mar, bahía, sol, nube, lluvia, nieve, día, noche. Me quedé perplejo ante lo monosilábico de la naturaleza sueca. Como escritor, nunca he sido más libre que en estos primeros poemas cuando la escritura no estaba vinculada por vicisitudes como el significado, el sentido, el propósito. Pero sólo una vez en la vida puedes escribir de esa manera ''.


Theodor Kallifatides - "Ett nytt land utanför mitt fönster" (Un nuevo país tras mi ventana)




Theodor Kallifatides nació en Grecia pero lleva más de 30 años en Suecia y se ha decantado por escribir sus libros en sueco. Quizás precisamente por esa capacidad de condensar conceptos...

Más allá del idioma, Suecia de momento ha sido amable conmigo. Los documentos van llegando en los plazos previstos, en el trabajo parecen haberse organizado para que me introduzca en su sistema, la gente es educada y silenciosa. Hay algunos estereotipos sobre Suecia que dicen que los suecos son fríos e inexpresivos pero en el hospital el recibimiento fue con abrazos y "välkommen!" (bienvenida). Parece que la manera de entablar conversación es pasear por la naturaleza: esta mañana se acercaron dos viandantes a preguntar si sabía a qué raza pertenecía un pato de colores que había en el lago. A la gente le gusta saber cómo se llaman los árboles o qué tipo de hoja tienen. Todos dan por supuesto que soy sueca y me preguntan sobre vocabulario del que no tengo ni idea, pero al igual que Kallifatides, quedo perpleja ante la variedad léxica sobre naturaleza. Por cierto, muchos suecos no son rubios ni de ojos azules. De hecho, al menos uno de cada 5 suecos tiene una madre/padre que no son autóctonos. Por lo tanto aquí nadie piensa que vengo de otro sitio. En las tiendas, cuando compras cosas que sugieren que estás de mudanza, empiezan a preguntarte si estás amueblando una casa nueva. Y si les dices que has emigrado, preguntan qué te parece Suecia y repiten que necesitan muchos médicos.

En el piso está todo pensado para que los niños no se hagan daño (protectores para que no puedan abrir el horno, los cajones, las ventanas...) He tenido que pasarme una mañana desmontando todos los protectores para poder utilizar la cocina con agilidad. Los suecos parecen obsesionados con la prevención y la seguridad. En cada obra de construcción se lee "este es un lugar de trabajo seguro" y listan docenas de medidas que, supuestamente, ponen en marcha para prevenir los accidentes. Otra característica parece el no querer decir directamente lo que se debe hacer, pero a su vez, tener claras las reglas. En sueco dicen poco "tienes que", "está prohibido", o incluso "no" o "nunca". En la entrada del edificio donde vivo hay un letrero un tanto pasivo-agresivo: "välkommen till ett rökfritt hus!" (bienvenid@ a un hogar sin humo) en vez del típico "prohibido fumar". Ahora bien, creo que si fumases se montaría una buena, porque detectores de humo los hay a patadas.

Suecia quiere ser (o dice ser ya) potencial mundial en ecología. Sí que es verdad que se nota en los supermercados: hay montones de productos ecológicos y veganos, hay varios sustitutos de carne a base de soja/habas/avena, se venden muchos productos reciclados al 100%. En el piso hay 7-8 contenedores para diferentes tipos de basura, cada uno con una leyenda donde se especifica qué se puede tirar. Por lo visto si la comunidad no separa bien la basura, las multas pueden ser sustanciosas. La ciudad quiere reducir el tráfico: hay carril y parking para bicis en todos sitios, el transporte público (buses que funcionan con biomasa) está bien organizado, en el centro casi no hay coches. Además han instalado unas máquinas futuristas que miden la calidad del aire en todo momento.

Otra diferencia que me ha dado tiempo a notar es que en realidad, los suecos en su jerarquía plana, se tratan sin grandes alabanzas. En sueco no se usa nunca "usted", todo el mundo se llama por su nombre y de tu jefe puedes recibir un mensaje a base de emoticonos ( :) <3 ) Sin embargo, nuevamente, evitan confrontaciones (si la respuesta es un no, raramente lo pronuncian: o bien no contestan, o contestan con alguna evasiva). En sueco suelen decir: "det är nog lite svårt" (eso probablemente sea un poco difícil) pero en realidad significa un NO rotundo.

Lo último que me ha llamado la atención es que no son tan cuadriculados como los españoles se esperan. Cuando en el bus no funciona la máquina para pagar con tarjeta, el conductor o conductora te dice que pases gratis. Si compras un billete de transporte para una hora concreta y luego te viene mejor viajar a otra hora, ya van dos veces que no me dicen absolutamente nada.

¿Las primeras impresiones engañan?









lunes, 16 de febrero de 2015

Patoplastia de un naufragio


Hace tiempo que no escribo; no por falta de historias, no por falta de ganas. 
Es esta búsqueda, la mágica indagación de la palabra exacta: como en ese glosario de recursos de exploración psicopatológica que llevo diseñando mentalmente toda mi residencia. Los circuitos hipocámpicos no superan a una libreta de notas. Pero es que sigo buscando una con portada de mar u océano abismal ante los ojos de un pato de goma que intenta nadar. No puedo expresar entre tantas olas, en mares de dudas, entre naufragio y tempestad.

Hoy ha remansado. 

Estoy en la orilla -todavía húmeda- de la memoria, sacudiéndome las pompas de jabón de encima. Dicen que ya soy cuasiR3, pero realmente no sé casi nada. Mientras que en otras especialidades, los residentes parecen seguir una carretera interminable con muchos zigzags (¡pero una carretera!), yo no me equivocaba cuando en la primera semana de residencia, imaginaba que la Psiquiatría es una especie de mar de dudas.

Y esto es lo que me gusta: los quebraderos de cabeza, la hipoteticidad, el asombro ante lo desconocido, sentirme descolocada, cuestionar a diario si la verdad es verdad. 

Lo único malo de los océanos perdidos es que el horizonte rara vez se vislumbra, y el sentido de la orientación se diluye según avanzas. Hay días en que la Psicofarmacología me envuelve y me abraza (¡la polaridad del litio!, ¡a estudiar el Stahl sin parar!, ¡voy a receter la mayor evidencia científica!) pero estos arrebatos de euforia neurobiológica se me hacen trizas cuando alguien más experimentado que yo opina de manera distinta sobre la opción terapéutica en un paciente al que vamos a tratar. Y luego resulta que, por más que las guías -muchas veces ambivalentes- recomienden otra cosa, al paciente efectivamente le funciona ésta.
En otras ocasiones me dejo llevar más por la Psicodinámica, y me planteo formarme en Psicoterapias (¿dónde, cuándo, cómo, cuánto cuesta? Mejor dejar de dormir para poder abarcar). Vuelvo a darme de bruces tras alguna charla de orientación psicológica. 

En fin, que voy tomando un poco de todo, es lo que me parece más sensato. Dejando la mente abierta y la observación aguda: creo que estoy aprendiendo, aunque no es tan fácil medirlo. Frente a pacientes, tengo más soltura y creo que voy avanzando en cuanto a traducción de la idea a la palabra. Siento que donde más patino es en Psicofarmacología: lo confieso, no me aclaro, y cuanto más estudio... más dudas. Me genera inseguridad ya que prescribo todos los días. Otros residentes parecen moverse en esta misma línea.

Y por otra parte, necesito naufragar menos, arrastrándome pasivamente entre pensamientos ajenos. El trato con pacientes psiquiátricos me ha ido mellando: a veces parece una batalla perdida, entre el estigma y la falta de recursos que dar; entre el aislamiento y la ruina; entre la duda y la rutina. 

Al llegar a casa, sólo queda escuchar música, perder la vista por la ventana -y pensar que a lo mejor realmente ayudas-.


miércoles, 9 de julio de 2014

Horses, horses, horses


A veces pienso que los pacientes psiquiátricos, para muchos, no son seres humanos. Reconocen que son personas como cualquiera pero en las distancias cortas rebosan incomodidad, y por desgracia afloran los comentarios despectivos hasta en las cafeterías hospitalarias.

Es cierto que algunas patologías viven -por así decirlo- en una realidad distinta a la global (¿cuál es la realidad objetiva?) pero eso no justifica que se hable de ellos como si fueran bestias o amebas.

Y es que, aunque parezca de broma, en líneas generales se les encuadra en las viejas categorías del chiste que dice "locos de cojones, toca-cojones y acojonados". Mis pacientes o bien son caraduras, finge-síntomas y seres que viven "sin hacer nada de provecho", o bien se les ve como a auténticos locos de atar a los que hay que tener miedo o incluso mejor apartarlos e ignorarlos del todo, o bien son seres inferiores; algo así como inútiles e ineptos, incapaces de "echarle narices a la vida", quejicas, amedrentados, lastimeros.

-"Oiga, que yo también tuve muchos problemas en la vida, y tire p'alante. Y nunca necesité de psiquiatras ni de pastillas." Desde luego tiene mérito el mero hecho de enfrentarse a la vida y a sus mierdas, pero ¿qué instrumentos tiene cada uno para lidiar con el día a día? No hay listos ni tontos, gente que tiene fuerzas y otros de pacotilla; entendemos poco de la mente y del comportamiento humano, pero lo que queda claro es que hay un entramado de factores bastante complejo.

Por eso el otro día, cuando me despertaron pasadas las tres de la mañana para ver a un paciente "perturbado, pero fatal, como una maraca" creo que no fui demasiado amable al otro lado del busca. Yo también hice guardias de puerta y llamé a especialistas, jamás dije que tenía a un "cardíaco de mierda" o a un paciente "que tose y me da arcadas." Porque eso parece ser lo que subyace a veces a los comentarios de otros colegas; el desprecio, el asco incluso.
Mis pacientes, que pueden llegar a Urgencias intoxicados, con los brazos llenos de cortes, deteriorados por sus trastornos psicóticos y sus tratamientos, con atuendos extravagantes y sucios, con abandono del aseo... mis pacientes, visto así, no son los más apetecibles del mundo. Pero que yo sepa trabajar con enfermos nunca se caracterizó por rodearse de cuerpos bonitos y situaciones de ensueño.

Por favor, sólo pido el mismo respeto que para cualquier otro paciente. No hay por qué pasar miedo, los psiquiatras siempre andamos merodeando por Urgencias y revisando la lista de entradas; en cuanto aparece un nombre conocido que viene por descompensación psicopatológica, muchas veces ya vamos nosotros al box sin llamarnos. Hay personal de seguridad, hay medicación para contener cuando se precisa. No estáis solos con los pacientes psiquiátricos en una jungla (aunque creo de verdad que no sería peor que estar con gente cualquiera. En lo que llevo de residencia no he tenido percances serios; como mucho un par de situaciones delicadas.)
Me gustaría que los médicos que atienden a mis enfermos me dijesen lo que ocurre sin jactancia y que me comentasen, como se hace con cualquier patología, cuáles son los diagnósticos y tratamientos de esa persona. Por no hablar de constantear y explorar, o derivar de manera directa a Psiquiatría si el motivo de consulta es rectorragia.

Y mi paciente de las tres y media de la mañana, diagnosticado de retraso mental y trastorno límite de la personalidad, venía por preocupaciones obsesivoides y alteraciones conductuales en casa -como tantas otras veces ya-. Discutió con sus padres, se pusó alteradísimo y no conseguían que se durmiese ni que estuviese adecuado. Había visto en la tele un programa donde rapaban a los caballos para una feria y no podía quitarse de la cabeza una imagen en la que les recortaban las orejas.

"¡Hacen mucho daño a los animales!", gritaba.

Parece ser que gente sin patología psiquiátrica maltrata a los animales, alaba las corridas de toros y otras fiestas populares de dudosa inocuidad. Mi paciente no lo haría, por más que se suponga que es un atraso social y una persona "perturbada."

Habrá que replantearse algunas cosas.




 


[...] started crashing his head against the locker,
started laughing hysterically
.
When suddenly Johnny gets the feeling he's being surrounded by
horses, horses, horses, horses [...]
-Patti Smith-

domingo, 6 de julio de 2014

Si yo fuera John Nash (pero soy Julián)


Creo que es lo bonito de esto; ver la vida pasar. Lo cotidiano y la diversidad de historias.
Rotar en la USM (Unidad de Salud Mental) es ser una mezcla entre médico de familia y trabajador social; o así pintan las cosas estos primeros días. Es "hacer Psiquiatría de Twitter", como dijo un adjunto en el café el otro día; realmente no hay tiempo para escribir los cursos clínicos con tranquilidad. Por no haber, no hay casi tiempo para hablar con calma. Ni para consultar mucho las dudas.

Yo me siento en el despacho y al otro lado van pasando diferentes historias, algunas peculiares y otras que podrían ser la mía. Hay gente enfadada, agradecida, triste, eufórica, derrotada, renacida, cansada de esperar o encantada de que la atiendas.
La carga asistencial es potente y la variedad de diagnósticos y fármacos que se manejan es bastante mayor que en la Unidad de Hospitalización de Agudos. Muchas reacciones de duelo (readaptaciones tras la muerte de un ser querido), muchos trastornos adaptativos (maneras de afrontar los problemas), mucha depresión y ansiedad. Y luego, muchos pacientes con esquizofrenia y trastorno bipolar que vienen a revisar su evolución y tratamiento, o a hacerse niveles de algunos fármacos. De vez en cuando un paciente con trastorno de la personalidad, del tipo que sea, con quien tienes que escuchar y mostrar mucha calma. Ése es el punto clave; aprender no sólo Psiquiatría, sino una infinita dosis de paciencia y el cómo mantener la empatía muy viva sin acabar derrotada. De nuevo, como dijo el mismo adjunto en su día; "nunca des tu camello, guárdatelo o acabarás perdido en un desierto."
Y qué razón tenía.

Las consultas van pasando y vas solucionando, más o menos, las necesidades y demandas de cada persona. Hay cosas que necesitan cinco minutos y otras que necesitan una hora, y la lista de pacientes siempre parece interminable; por no hablar de ese momento en que te asomas a la sala de espera y ves que no cabe ni un alma.
De vez en cuando, un paciente te resulta algo insólito, extremadamente particular, novelesco incluso. Ese paciente que te comenta que está viendo mucho cine "mi terapia para no tomar demasiada Zyprexa" y que lee "al tomar menos Zyprexa me concentro más".
Tienes cinco minutillos extras y le preguntas qué está viendo últimamente o qué novelas le gustan. Esta semana ha visto "Una menta maravillosa" y te explica que se sintió identificado con Nash; "hace años incluso le ví en una conferencia, y le dije ¡yo también tengo esquizofrenia! No me entendió ni papa claro, pero sonrió todo amable. Creo que la Zyprexa le sienta de maravilla."





lunes, 23 de junio de 2014

La tienda de la felicidad (o qué esperar del rotatorio en USM que se acerca.)

Cuando estudiaba Medicina quería ser psiquiatra. Pero realmente, ¿qué sabía de Psiquiatría?
Roté en una Unidad de Agudos durante un total de mes y medio, y estuve un mes en una USM donde había un programa de Rehabilitación Psicosocial (al que sólo fuí un día.)

Recuerdo mi mes de verano en la Unidad de Salud Mental del centro de la ciudad como algo interminable, tedioso, rutinario, rara vez motivador. Una sucesión inagotable de "problemas de la vida" que me decepcionaron bastante. Yo quería ver psicosis agudas, zambullirme en esas entrevistas psiquiátricas complejas y cargadas de psicopatología gravísima. Me arrepentí mucho de no haber vuelto a escoger prácticas de verano en hospitalización psiquiátrica. Quise hacer apología de "Más Platón y menos Prozac", un libro que tenían mis padres en la estantería de la salita. Y es que en el despacho de la USM me veía como en una especie de "tienda de la felicidad" adonde la gente acudía pidiendo un empleo, una pareja, la resurrección de un familiar, una cura milagrosa para alguna enfermedad. Yo sentía que no podía hacer nada, que la cura para esos males no son las pastillas -que muchos demandaban con insistencia- y al llegar a casa aborrecía volver a madrugar para pasar una mañana tan repetitiva.

Cuando escribo esto intento ser brutalmente sincera, pero a la vez me siento bastante poco empática. Plasmo las cosas tal y como las sentía hace no tanto (2 años) para intentar ver diferencias. Y creo que he suavizado bastante durante lo que llevo de residencia, porque esas consultas ya no me parecen una nimiedad ni algo que "es para psicólogos, no para psiquiatras." Porque la verdad es que me gusta la Psicología.

Y ahora, recién R2, se avecinan 4 meses en una USM. ¿Qué esperar?
Mis residentes mayores me dicen que es una rotación importantísima, que voy a aprender muchas cosas necesarias y que poder seguir a los pacientes y verlos tanto estabilizados como iniciando una descompensación, es un trabajo que llena. Y yo misma siento que cojeo demasiado en el manejo de muchos fármacos, por no hablar de un abordaje más psicológico para problemas psiquiátricos (nota mental: ¡no todo son psicóticos!) muy frecuentes y también muy limitantes.

En fin, que nunca pensé que lo diría pero quiero rotar en una Unidad de Salud Mental.
Y a lo mejor incluso puedo repartir un poco de felicidad a alguna persona.

Electro-Shock Blues

Mañana azul en el despacho; primero el azul grisáceo del cielo, luego el azul turquesa por destellos, mediodía azul marino. 

Estaba leyendo el libro de Mark Oliver Everett (Eels) y me dije; -"es el tipo de tío que sabría cómo conversar en un sitio como este." Su libro les iba a gustar mucho a mis pacientes, pero no sé hasta qué punto estoy autorizada a hacer sugerencias literarias más allá de los libretos educativos sobre esquizofrenia. En la portada siempre hay familias de la mano, sonrientes; me parece una hipocresía. Una crueldad.

Un día me fijé en que el folleto que adjuntan con el consentimiento informado para Terapia Electroconvulsiva tiene un par de referencias literarias. Me las apunté en la libreta, por ver qué estamos recomendando a las familias. Nunca sé qué decirles sobre la TEC "funciona... es segura...", y tiene que ser un shock emocional bastante importante saber que a tu pariente le van a dar descargas eléctricas.

Everett, que tuvo una hermana con varios ingresos en Psiquiatría, escribe;

"Una de las cosas que un poco habían ayudado a Liz durante algún tiempo fue la terapia de electroshock. Arrastra el estigma del pasado, pero imagino que la versión moderna del tratamiento sí ayuda a algunas personas: sé que a ella le vino muy bien, por lo menos durante una temporada"




Pero, espera un momento...
No os creáis que los psiquiatras vivimos así, tan de puta madre que podemos pasarnos mañanas de brazos y piernas cruzadas, leyendo novelas y mirando al mar. Pero hay días en que la planta se cuasi-vacía, días en que ya terminé los informes a primera hora, días en los que las familias de mis pacientes parecen ser todas sospechosamente encantadoras (y todo, además, se soluciona con entrevistas cortas.)
Bueno, seré sincera y diré que esto tampoco es la UCI o una planta de Medicina Interna. Las cosas van más pausadas. Desde mi punto de vista se pierde en desgaste emocional lo que se gana en desgaste físico, tanto en el día a día como en las guardias.

Ahí seguía yo; mirando por la ventana, leyendo con el sol dándome en la cara, echando un ojo mientras los pacientes paseaban fuera. Hoy le dejamos a P. salir a pasear; hace 15 días que se salvó por un pelo de ahorcarse con el collar del perro y ahora ha vuelto a consumir de todo. Pero el fin de semana lo pasó tranquilo, hoy en consulta parecía otro, incluso sonrió.
Bajó a pasear y de repente le veo correr como un galgo, bordeando la verja y entre los árboles del final del recinto. Saltó como si tuviese veinte años menos; la mitad de los pacientes tenían miedo y la otra mitad aplaudían entusiasmadísimos. Pensé que estaba en medio de "Alguien voló sobre el nido del cuco", de "K-Pax" o de alguna otra película distópica sobre esta profesión que tanto ha alimentado la creatividad y la fantasía.

"Busca tu pájaro azul, P. ¡Salta!"

Me puse bastante nerviosa pensando en que lo próximo que vería de P. sería un cadáver estampado contra el suelo en la pasarela más cercana. Porque si P. no está muerto ya, no es por otra cosa que una especie de suerte misteriosa que le hace tener muchas más de siete vidas. Entre la esquizofrenia y la toxicomanía, con la muerte de su padre (su mejor amigo y la única persona que le comprendía) a cuestas. Hace dos meses que la vida "ya no es vida" y dice mi adjunto -y si lo dice no se equivoca- que es la crónica de una muerte anunciada.

A la media hora volvió P., lo trajo la policía. Cruzamos miradas y sé que no fingió para bajar a pasear. 

En el folleto sobre esquizofrenia otro paciente dibujaba un corte de manga. "Esquizofrenia, eres una puta."
  


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Feeling scared today
Write down "I am OK"
A hundred times the doctors say
I am OK
I am OK
I'm not OK

Skin is crawling off
Mopping the sweaty drops
Sticking around for this shit
Another day
Another day
Not another day

Pink pills feels good
Finally understood
Take me in your warm embrace
I am trying
I am trying