domingo, 23 de febrero de 2014

El descarrilamiento; psiquiatra a bordo.

El otro día estaba hablando con Ana, una paciente.
Tiene más o menos mi edad. Pregunta cuánto falta para que nos inunde el mar.


Quiere saber cómo es nuestra esperanza de vida. Por momentos se levanta de la silla, llora desconsolada, me pide que deje de envenenarla. Y luego me abraza, me sonríe, me pide 'más líquido azul' (Rivotril en gotas) 'para estabilizar la cabeza.'
Los primeros días comía a puñados, cogiendo comida de los platos de otros pacientes y escondiéndola en los bolsillos. Después de aquello llegó la angustia, 'los pinchazos por el cráneo', 'el ojo vacío', el miedo de todo y de todos. Escondida en la habitación, 'para que no la matemos'. Los gritos, los temblores, los abismos que nos separaban de ella a años luz de distancia. La impotencia, el sentarse a observar lo desconocido. El descarrilamiento del pensamiento y la vida que descarrila sin freno.
Psiquiatra a bordo.

Según tengo entendido Ana está diagnosticada de Trastorno límite de la personalidad, dismorfofobia y 'Trema de Conrad' (aún no he leído 'La esquizofrenia incipiente', no consigo leer todo lo que debiera.) Mi adjunto creía recordar que a la trema le sigue una fase 'cataclísmica'. Consultando el índice veo que es 'apocalíptica.' Es igual, es un drama. No es otra cosa que esa 'ruptura biográfica' de la que habla toda la psiquiatría clásica para separar proceso de desarrollo; psicosis de neurosis. La esquizofrenia.

Ana, al igual que pasó con Alberto, con Ángel, con Rubén y con muchos otros pacientes a los que voy viendo cambiar, nos dice que todo es distinto. Que se mira al espejo y es otra persona, que el mundo se está deformando, que los significados son misteriosos y juegan a engañarnos, que cambian los sabores y olores de las cosas. Que algo va a pasar. Y la vida no va a ser jamás la misma.

'El trabajo delirante', 'la mecánica interpretativa del delirio primario, único delirio realmente esquizofrénico', 'la sistemática delirante del psicótico.' Me enfado leyendo a Jaspers y a los automatistas; se supone que esa fase trémica donde todo es misterioso va a seguirse de un éxtasis psicótico donde todo cobra sentido, donde aparece 'por fin' el delirio y lo explica todo, 'la euforia de comprenderlo'. Lo que acabamos viendo es el embotamiento. La esquizofrenia es aplanamiento afectivo, angustia y miedo por el contenido del delirio, suspicacia, ansiedad y aislamiento.
Y, como siempre, un psiquiatra que más que reconducir el descarrilamiento, tiene que ver el tren hecho pedazos. Para buscar luego las piezas esparcidas por todo el suelo e intentar ayudar a construir un tren nuevo. Aunque sea un tren pequeñito y destartalado; un tren que vaya caminando.

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Abrir la puerta (blindada) a este mundo paralelo y sus múltiples descarrilamientos tiene bastante de peculiar. Un mundo donde muchas familias no entienden o se niegan a aceptar la enfermedad mental. Donde las conversaciones que constituyen tu día a día a otros les parecerían de película.
El otro día en urgencias fuí a pedirle a la enfermera que pinchase una Zyprexa a una paciente. Me contestó; 'lo que hay que darle es una hostia.'
Y no deja de sorprenderme... si tanta gente cree que la enfermedad mental no existe o se mitiga a base de castigo corporal y reprimenda, me pregunto por qué siglos y siglos de tortura física vividos por nuestros pacientes no ayudaron en nada. Creo que habría que distribuir un manual de historia de la Psiquiatría; la gente se haría una idea muy gráfica y creo que les gustarían las anécdotas.

Por favor, un poco de empatía y de conciencia. Soy psiquiatra, soy médico, trato a enfermos. Y, aunque sabemos poco de esa masa encefálica que todos llevamos dentro del cráneo, sabemos lo suficiente para estar seguros de que puede enfermar. De una manera similar a como enferma cualquier órgano. Aunque, como les explica mi adjunto a los pacientes; 'si te fastidias la mano, el cerebro que es tu centralita te va a decir que te duele la mano. Cuando el cerebro es lo que falla, no puede avisar.'

Y es que otros médicos tratan enfermedades del pulmón, del corazón o de cualquier órgano, diagnosticando si hay o no daño en base a parámetros tangibles y a resultados objetivos. Nosotros nos centramos en si hay o no desconexión de la realidad. Qué curioso.
Trabajo en una planta donde nadie o casi nadie cree estar enfermo; mientras un internista se enfrenta a pacientes quejosos de sus males, mis pacientes se quejan de que yo les esté tratando. A algunos, como pasa con los maníacos (fase eufórica del trastorno bipolar, para entendernos), tengo incluso que 'entristecerlos' un poco; viven en euforia y con mis tratamientos los deprimo. ¿Qué es peor, ir desnudo por la calle regalando billetes por doquier o la vuelta al mundo real con sus tejemanejes?
Esto de la Psiquiatría es de traca. 'Los psiquiatras estáis locos'.
Yo qué sé, algo habrá de eso...
Lo único que sé seguro es que el día a día de esta profesión te da material abundante con el que rebanarte los sesos.



[ Grab your ticket and your suitcase,
thunder's rolling down this track...]

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