viernes, 5 de julio de 2013

Carta a un enfermo.



A tu cama vacía en una planta cualquiera de un hospital,

Sé que te llamas José María.
Pero eso es irrelevante. Un nombre poco dice de quien lo lleva.
Sólo quiero recordar que eres una persona.

Aún no has cumplido los 60.
Sé que has vivido en el campo y que hace días pensabas en vender tu ganado, porque tienes miedo de no volver a ser el mismo, de no ser capaz de cuidar de todo aquello.
Siempre hay familiares, pero siempre estás solo; le sonríes a todo el mundo, eres amable y tienes sentido del humor, eres inteligente y es bueno conversar contigo. Mientras te interrogo sobre cada paso del proceso que has vivido en estos meses, me disculpo por hacerte contar una vez más la historia de horror que llevas a cuestas. Y tú me agradeces el haberte hecho compañía.

Ya sabía lo que tenías. No pude decírtelo, aunque quisiste saberlo. En realidad soy el último eslabón en la cadena de médicos, y acato decisiones de otros. Quise decirte muchas cosas, quizás demasiadas, durante tu ingreso; pero me limité a saludarte, a auscultarte con cuidado, a leer tus analíticas y cubrir tus hojas de radiodiagnóstico. Quiero que sepas que todo esto me ha hecho daño; el telón de acero -protector- entre paciente y médico hace que me sienta mecanicista y forzada a negar la humanidad que hay en vosotros.

Tienes miedo de morir, de quedar impedido, del dolor. No he podido decírtelo pero lo sé, lo comprendo, y me parece muy humano. Han sido dos semanas llenas de malas noticias; nosotros los médicos te pedimos que seas fuerte, que pienses en positivo, que mantengas el ánimo. No queremos acercarnos demasiado a ti porque nos asusta saber que estamos bajo ese mismo azar que tú has tenido. Quisiéramos pensar que eres un número, un órgano canceroso, un trozo de tejido al microscopio. No queremos verte llorar, ni saber que esto te angustia, preferiríamos -si no te importa- que no dejes entrever ninguna flaqueza. Todo se vuelve demasiado real.
Duele, nos duele también, nos aterroriza.

Aquel día, cuando no pudiste contener las lágrimas, cuando te preguntabas por qué ha pasado todo esto de repente y tan deprisa, recordabas lo bien que habías estado hace un año a penas. Y cómo todo se derrumba. Entiéndenos, nos asusta. Nosotros tratamos a diario con personas enfermas y no queremos ver en vosotros la probabilidad de un futuro que bien podría ser el que nos espera.

No eres 'la neo gástrica' y el médico mintió cuando te regañaba por llorar. Esa no es una reacción patológica, por más que esas fuesen sus palabras, tu derecho es mostrar que hay algo más allá de los diagnósticos brillantes y las grandes cirugías a la hora de tratar con personas.
Por eso yo quise ser psiquiatra, porque es la mejor manera de enfocar mi empatía hacia los enfermos y darme cuenta -trabajar- con su humanidad.

Te ví paseando por los pasillos, con la bata granate. Estás muy delgado, estás en los huesos, te he visto con mucho dolor. Ese dolor lo hemos calmado con analgésicos -ese invento bendito- pero poco hemos hecho por hacerte sentir mejor, por calmarte, por hablar contigo. Creo que nadie te ha explicado en qué consiste el proceso que empiezas el martes; tu cirugía, tu quimioterapia... quizás alguna otra medida terapéutica. El cáncer gástrico es 'una enfermedad jodida' como comentaban los médicos. Yo te diría que todas las enfermedades lo son, lo que debes saber es que empiezas un proceso donde lo que tengas en la cabeza va a ser lo más importante. El reto es abrumador, lo sé de primera mano, lo sé porque ha tocado en mi familia y pienso a diario en ello. Y no lo he llevado nada bien todo este tiempo. No puedo darte lecciones ni consejos.

Me gustaría desearte suerte, pero no creo en la suerte tampoco. Lo que te deseo es cordura y tesón, que toleres bien tu tratamiento y que sea efectivo, que te tropieces con médicos que sepan ver en ti a un humano. Que en tus paseos, cabizbajo por el pasillo, vengan a la mente todos los buenos momentos y te ayuden a encontrar el ánimo. Que saques lo que llevas dentro; quizás otro médico pueda sentarse a hablar contigo, todas estas distancias generan ansiedad y miedo.

Con memoria de elefante, espero guardarme tu recuerdo. No es por tu diagnóstico, he dado diagnósticos peores que el tuyo, es la impresión que me has causado y la claridad de ese telón de acero entre el paciente y el médico que he visto hacer contigo. Las cosas no son tan sencillas como decir; 'la vida es una lucha constante, lo suyo tiene remedio y lo único por lo que hay que llorar es por lo que no tiene remedio alguno'. Muy pragmático. Quisiera ver cómo lo llevaríamos nosotros.

El martes habrá muchos pensamientos dirigiéndose hacia el tuyo. Te han pautado medicación para que vayas tranquilo, no creo que sea suficiente con eso.

En la planta te vamos a echar de menos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario