sábado, 10 de agosto de 2013

Una postal desde Tailandia.



-'A mis pacientes de urgencias me gusta imaginármelos felices, en una barbacoa'; le dice un residente a otro esta mañana. Entre historias clínicas, papeles de ingreso, solicitudes de pruebas diagnósticas -entre todo eso surgen huecos para sincerarse unos con otros, para compartir miedos-.
 
Mientras tanto, mi compañera buscaba desesperadamente a sus pacientes de la anterior guardia en la historia clínica electrónica. Y yo me sentía identificada.
Pero el toque de realismo mágico -o esperanza ciega- me cogió en un momento de ternura: yo también me imagino a mis pacientes haciendo lo que les gusta, cumpliendo sueños, saltando barreras.
 
Por eso volví a pensar en Gonzalo, y esta vez le ví navegando por el Mekong, estudiando la flora y la fauna tailandesa con esa sonrisa y ese buen humor que tenía cuando nos conocimos en el hospital. Gonzalo tiene un poco más de sesenta años y es biólogo. Cuando pasaba visita por las mañanas, me lo encontraba leyendo la 'Muy Interesante' o 'Los pilares de la tierra', y me contaba alguna noticia o cómo iba la cosa en ese capítulo que leía. También me dijo que no quería saber nada sobre su enfermedad, que le habían comentado que encontraron algo en el pulmón y en el cerebro, y que él iba a limitarse a acatar las decisiones que tomásemos los médicos.
 
Entonces, mi adjunto me comentó que Gonzalo tenía organizado un viaje a Tailandia este verano y que no sabía si decirle que lo anulase o que se fuera. La verdad es que no sé por qué quiso consultármelo; tal vez sea una de esas tareas que la gente piensa que debe encomendarse a un psiquiatra. Yo dí mi opinión, sin más: lo mejor sería que disfrutase de ese viaje, y para intentar que todo sea lo más seguro posible, habría que darle sesiones de radioterapia y dexametasona antes de marchar.
 
A los pocos días se fue de alta, con consulta ambulatoria para seguir sus terapias. Los médicos dijeron que las metástasis, al haber afectado al lóbulo parietal y temporal, le habían producido esa belle indifference con la que hablaba sobre su enfermedad. Nunca llegué a saber si eso era real, pero en todo caso, el hecho de negarse a recibir una verdad que sospechaba brutal, demuestra mucha conciencia de realidad. Mucha humanidad.
 
Espero que viaje, siempre es una catarsis. Siempre es inolvidable. De esta vida nos llevamos momentos fugaces, memorias de paisajes, ideas, conversaciones.
Que tus pasos se entremezclen con la multitud en algún recodo tailandés. Que seas tan feliz como te imagino y que este viaje deje en ti la huella que tú dejas incluso en personas como yo, que te han conocido de forma tan fugaz. ¡Gracias!
 
 

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