martes, 1 de octubre de 2013

Historia de la psicosis (I)

Como una pequeña Hitchcock, señalando la casa del terror de 'Psicosis', así me siento al ir ahondando en la historia de esta patología mental. Un viaje apasionante donde -al igual que en la película- se entremezclan lo increíble, lo misterioso, lo bello, lo trágico. Y una reflexión de fondo, que no es otra que la contextualización de todo lo que ha ido ocurriendo; tratamientos que ahora nos parecen alocados les valieron el premio Nobel a algunos de los médicos -en su día- más prestigiosos. Detrás de todo, o al menos de gran parte de ello, estaban las ganas de mejorar las cosas para los enfermos, echando mano de los conocimientos que teníamos. Y es que aunque la historia de la Psiquiatría esté llena de estigma y de tormentas (al igual que la historia en sí -con sus grandes masacres y desgracias- o la historia, por ejemplo, de la ciencia en general; con su buena dosis pseudocientífica e incluso de crueldad) os adelanto que hacía tiempo que no me reía tanto estudiando un tema. Mismamente esta tarde tuve que salir de una biblioteca pública porque no podía contener la risa tras leer algunas frases históricas de los grandes psiquiatras de épocas pasadas.

Como esta, de Leurent (1797-1851): 'Debéis ser para vuestro enfermo una causa que lo hostigue, un hambre que lo mueva; ¡os tomará tirria pero lo curaréis!'

Y, lo desvelo ya, hay un final feliz para esta historia; hemos aprendido, hemos mejorado, los enfermos psicóticos viven mejor y ven en nosotros una fuente de apoyo. El psiquiatra ya no es una figura de represión y miedo, sino más bien alguien que pase lo que pase va a escucharte y no quiere tratarte como a un loco ni como a un ser peligroso; para él eres simplemente un ser humano que está sufriendo.

Sabemos poco, sabemos poquísimo, pero... sabemos tanto. Los últimos 60 años han sido una explosión de descubrimientos y han cambiado radicalmente la vida de los enfermos.

Pero mirar atrás nunca está de menos.

Empiezan para mí los tiempos de sesiones clínicas, mi servicio dedica todos los miércoles exclusivamente a la docencia en Psiquiatría y eso significa que nosotros los R1 preparamos sesiones clínicas con bastante frecuencia.

No me apasiona hablar en público pero siempre es interesante revisar a fondo un tema y extraerle todo el jugo que puedas. 'Historia de la Psicosis' será mi primera presentación, así que al navegar entre bibliografía, me apeteció escribir un poco cada día sobre los pedacitos de historia en los que consigo indagar.

Pero... un momento... ¿qué es la psicosis? Lo voy a describir de manera sencilla; es la pérdida de contacto con la realidad. Una persona que escucha voces o que está convencida de que le persigue un OVNI está sufriendo un proceso psicótico. Y la psicosis no es más que una de las grandes clasificaciones generales que la Psiquiatría hace de la enfermedad mental; en contraposición a la neurosis, proceso donde la persona sufre ansiedad o angustia u otro síntoma psiquiátrico pero mantiene el contacto con la realidad (por ejemplo, en una crisis de ansiedad o en una depresión.) Como leí en algún sitio: 'un neurótico es quien sufre por sus problemas, un psicótico es quien hace sufrir al resto.' Esto no es muy ortodoxo, pero ayudar a entender el concepto.
Psicótico no es lo mismo que psicópata; la psicopatía es un trastorno de la personalidad, que hace que uno sea asocial y carezca de empatía. Lo digo porque a veces crea confusión.

Pues bien, vamos a empezar:



-INTRODUCCIÓN:
'El psiquiatra de los cisnes moribundos del espacio-tiempo':


Mi querido Kraepelin (y digo 'querido' porque de tanto leer sobre sus ideas, ya le considero casi un compañero de piso), gran psiquiatra alemán de finales del XIX y considerado uno de los padres de la psiquiatría genética, de la psicofarmacología y de la psiquiatría científica, estudió especialmente una de las enfermedades psicóticas más importantes: la esquizofrenia.
Se opuso también con fuerza a las ideas freudianas de la época y aunque quiso analizar sus propios sueños (y estudió los trastornos del lenguaje durante el sueño), no recurrió al psicoanálisis como objeto de estudio del cerebro.
Fundó el Instituto Max Plank de Psiquiatría en Munich en 1917 y fue profesor en la universidad de Tartu (Estonia), Heidelberg y Munich.
Se formó también como Neuropatólogo, en el afán de localizar las lesiones cerebrales causantes de la patología mental.
Su padre era maestro de música, actor y cantante. Y Kraepelin era aficionado a todas esas facetas artísticas, dejando a su muerte un puñado de poemas.

Para Kraepelin la esquizofrenia (él usaba el término 'demencia precoz') existía desde siempre y por tanto su evolución era inmutable y persistente a lo largo de la vida de los enfermos. Irreversible. Y así lo había sido a lo largo de toda la historia. Este dogma se extendió a todas las enfermedades psicóticas y era usado como criterio diferencial en contraposición a la mutabilidad de la neurosis.

Luego llegaron otros autores (principalmente Hare y Torrey) y postularon que, al no existir descripciones precisas de la esquizofrenia anteriores al siglo XIX, hay que concluir que la Edad Moderna y la Revolución Industrial derivaron en un brote epidémico de esquizofrenia. Y postularon que la causa de ese brote fue un virus. A día de hoy, sigue habiendo psiquiatras que defienden esta teoría y que se centran en el supuesto hecho de que la esquizofrenia catatónica fue más frecuente a principios del XIX y hoy es la forma más rara de esquizofrenia (por lo tanto el virus causante fue mutando a lo largo del tiempo.)

No obstante esta tendencia es minoritaria, ya que hay escritos incluso de la era babilónica donde se describen síntomas que podrían encajar con una esquizofrenia. La mayoría de los psiquiatras piensan que esta enfermedad ha existido a lo largo de toda la historia. La evolución ha ido ligada al contexto histórico de cada época.




SOLEDAD (Emil Kraepelin):

Suavemente, a este rincón, descienden las sombras del ocaso.
El día va hundiéndose en un gris profundo.
Un leve escalofrío que sobresalta el corazón.
El tañir de la campana al fin de la jornada.
Negro el firmamento pero niebla de plata lo hilvana

entre las finas ramas desnudas de los árboles
mientras la gigantesca metrópolis ruge, muy cerca.
Sus luces y sus llamas relumbrando cual fiesta
que enciende en el alma el deseo de anhelar.
¿Dónde está el refugio acogedor que añoro?
Al invadirme el alivio del día concluido.
La muchedumbre y su rumor me circundan
cual borrasca tonante que pulula y que brama.
Soy un forastero en medio de esta tormenta,
una muralla de ventanas brillantes mudas en torno a mí.
Y la marea de lágrimas me asedia súbitamente
como un autómata, me sorprendo, errabundo.
Entre los moribundos cisnes del espacio y del tiempo.
Cual sol exangüe y yertas también sus alas
Así, pesadamente, baja y me envuelve.
La terrible soledad.

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