martes, 30 de abril de 2013

Un tango a la independencia de Lituania.

http://www.youtube.com/watch?v=n6xAxu0ywX4





'Koridorious'. Un tango

Se bailan acordes de Astor Piazzola en el corredor, porque la independencia de Lituania es una tragedia y una celebración al mismo tiempo. Por encima de todo, es lo desconocido; ese paisaje de neblina que penetra a través de la ventana al final de la película y la prolongada espera de una nación que despide ahora al que durante cincuenta años fué su gobierno paternalista.

Y veo esta espera fútil que ansía el cambio en las similitudes físicas entre el niño rubio que quema sábanas y el joven que fuma mientras pierde la vista hacia el infinito, pensativo, al inicio de la filmación. ¿Podrían ser una misma persona? Un niño que aprenderá a esperar, ya que los años pasarán y la habitación vacía tras los brindis y el baile permanecerá vacía nuevamente, y los personajes se pasearán por el corredor buscando algo... abriendo puertas de madera, porque ninguna otra puerta encontrarán abierta.

El liderazgo soviético será continuado por unas reglas religiosas muy rígidas, y escuchamos los coros y las oraciones detrás de las paredes. Las torres industriales se tornarán campanarios. Y, tenemos un observador, como lo tuvo también Tarkovsky; es un hombre moreno que canta a través de una ventana destartalada y juega con la idea del suicidio. Porque una escopeta es buena para cantar a través de su cañón, y quién sabe, la muerte podría traer consigo el paraíso. Pero eso también es desconocido y nada pasará en esta escena tampoco.

Cine mudo que refuerza la pérdida de comunicación durante los tiempos soviéticos, y la falta de dirección personal de los personajes ahora que han sido dejados a su libre albedrío. Un pasado que se torna difuso a veces; otras es temido, otras pura nostalgia. Un pasado que envuelve la primera mitad de la película con un halo de aburrimiento profesado por la mayoría de los personajes de este corredor. Y un futuro que les fué robado a varias generaciones y está manchado, y es desconocido: el hombre que acaricia la cara de un niño, nostálgico de su propia juventud, haciendo que salga corriendo como si escapase del horror y de la muerte para dejar al hombre temblando y tapándose la cara avergonzado.

Se abre una puerta al fondo del corredor, una luz blanca sale del habitáculo. ¿Una promesa de futuro?, ¿el paraíso perdido?

El niño rubio nos enseña su montón de llaves, esperando abrir con ellas muchas puertas, pero... todo lo que hace es esconderse en una habitación oscura y beber. El alcoholismo ha sido uno de los mayores problemas sociales de los países post-soviéticos, hecho reflejado en este niño que no sabe qué otra cosa podría hacer ahora. O se ha perdido, o quiere escapar de una gris realidad. Sufrirá y tendrá que luchar para salir de su ciénaga, siendo empujado hacia el lodo por hombres que quieren sepultarle en el barro. La quema de sábanas blancas como símbolo de la inocencia perdida, el disparo a un pájaro como símbolo de la libertad robada.

Comerá también una manzana, llevándonos a una referencia bíblica sobre el paraíso y la condenación eterna.

Afuera hay hogueras para que la gente se caliente, a modo de ofrenda para purificarse a sí mismos y a una tierra que lleva décadas muerta. En la mesa donde más tarde se tumbarán los personajes, a esperar a ser devorados por los dioses, hay ahora un pastel cortado en trozos diferentes... como si quisieran simbolizar la separación de las federaciones soviéticas de Rusia. Hay varios huevos rotos y descascarados.

'No se puede hacer tortilla sin romper huevos', dijo Lenin para justificar las masacres. Y el dolor.

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