lunes, 23 de junio de 2014

La tienda de la felicidad (o qué esperar del rotatorio en USM que se acerca.)

Cuando estudiaba Medicina quería ser psiquiatra. Pero realmente, ¿qué sabía de Psiquiatría?
Roté en una Unidad de Agudos durante un total de mes y medio, y estuve un mes en una USM donde había un programa de Rehabilitación Psicosocial (al que sólo fuí un día.)

Recuerdo mi mes de verano en la Unidad de Salud Mental del centro de la ciudad como algo interminable, tedioso, rutinario, rara vez motivador. Una sucesión inagotable de "problemas de la vida" que me decepcionaron bastante. Yo quería ver psicosis agudas, zambullirme en esas entrevistas psiquiátricas complejas y cargadas de psicopatología gravísima. Me arrepentí mucho de no haber vuelto a escoger prácticas de verano en hospitalización psiquiátrica. Quise hacer apología de "Más Platón y menos Prozac", un libro que tenían mis padres en la estantería de la salita. Y es que en el despacho de la USM me veía como en una especie de "tienda de la felicidad" adonde la gente acudía pidiendo un empleo, una pareja, la resurrección de un familiar, una cura milagrosa para alguna enfermedad. Yo sentía que no podía hacer nada, que la cura para esos males no son las pastillas -que muchos demandaban con insistencia- y al llegar a casa aborrecía volver a madrugar para pasar una mañana tan repetitiva.

Cuando escribo esto intento ser brutalmente sincera, pero a la vez me siento bastante poco empática. Plasmo las cosas tal y como las sentía hace no tanto (2 años) para intentar ver diferencias. Y creo que he suavizado bastante durante lo que llevo de residencia, porque esas consultas ya no me parecen una nimiedad ni algo que "es para psicólogos, no para psiquiatras." Porque la verdad es que me gusta la Psicología.

Y ahora, recién R2, se avecinan 4 meses en una USM. ¿Qué esperar?
Mis residentes mayores me dicen que es una rotación importantísima, que voy a aprender muchas cosas necesarias y que poder seguir a los pacientes y verlos tanto estabilizados como iniciando una descompensación, es un trabajo que llena. Y yo misma siento que cojeo demasiado en el manejo de muchos fármacos, por no hablar de un abordaje más psicológico para problemas psiquiátricos (nota mental: ¡no todo son psicóticos!) muy frecuentes y también muy limitantes.

En fin, que nunca pensé que lo diría pero quiero rotar en una Unidad de Salud Mental.
Y a lo mejor incluso puedo repartir un poco de felicidad a alguna persona.

Electro-Shock Blues

Mañana azul en el despacho; primero el azul grisáceo del cielo, luego el azul turquesa por destellos, mediodía azul marino. 

Estaba leyendo el libro de Mark Oliver Everett (Eels) y me dije; -"es el tipo de tío que sabría cómo conversar en un sitio como este." Su libro les iba a gustar mucho a mis pacientes, pero no sé hasta qué punto estoy autorizada a hacer sugerencias literarias más allá de los libretos educativos sobre esquizofrenia. En la portada siempre hay familias de la mano, sonrientes; me parece una hipocresía. Una crueldad.

Un día me fijé en que el folleto que adjuntan con el consentimiento informado para Terapia Electroconvulsiva tiene un par de referencias literarias. Me las apunté en la libreta, por ver qué estamos recomendando a las familias. Nunca sé qué decirles sobre la TEC "funciona... es segura...", y tiene que ser un shock emocional bastante importante saber que a tu pariente le van a dar descargas eléctricas.

Everett, que tuvo una hermana con varios ingresos en Psiquiatría, escribe;

"Una de las cosas que un poco habían ayudado a Liz durante algún tiempo fue la terapia de electroshock. Arrastra el estigma del pasado, pero imagino que la versión moderna del tratamiento sí ayuda a algunas personas: sé que a ella le vino muy bien, por lo menos durante una temporada"




Pero, espera un momento...
No os creáis que los psiquiatras vivimos así, tan de puta madre que podemos pasarnos mañanas de brazos y piernas cruzadas, leyendo novelas y mirando al mar. Pero hay días en que la planta se cuasi-vacía, días en que ya terminé los informes a primera hora, días en los que las familias de mis pacientes parecen ser todas sospechosamente encantadoras (y todo, además, se soluciona con entrevistas cortas.)
Bueno, seré sincera y diré que esto tampoco es la UCI o una planta de Medicina Interna. Las cosas van más pausadas. Desde mi punto de vista se pierde en desgaste emocional lo que se gana en desgaste físico, tanto en el día a día como en las guardias.

Ahí seguía yo; mirando por la ventana, leyendo con el sol dándome en la cara, echando un ojo mientras los pacientes paseaban fuera. Hoy le dejamos a P. salir a pasear; hace 15 días que se salvó por un pelo de ahorcarse con el collar del perro y ahora ha vuelto a consumir de todo. Pero el fin de semana lo pasó tranquilo, hoy en consulta parecía otro, incluso sonrió.
Bajó a pasear y de repente le veo correr como un galgo, bordeando la verja y entre los árboles del final del recinto. Saltó como si tuviese veinte años menos; la mitad de los pacientes tenían miedo y la otra mitad aplaudían entusiasmadísimos. Pensé que estaba en medio de "Alguien voló sobre el nido del cuco", de "K-Pax" o de alguna otra película distópica sobre esta profesión que tanto ha alimentado la creatividad y la fantasía.

"Busca tu pájaro azul, P. ¡Salta!"

Me puse bastante nerviosa pensando en que lo próximo que vería de P. sería un cadáver estampado contra el suelo en la pasarela más cercana. Porque si P. no está muerto ya, no es por otra cosa que una especie de suerte misteriosa que le hace tener muchas más de siete vidas. Entre la esquizofrenia y la toxicomanía, con la muerte de su padre (su mejor amigo y la única persona que le comprendía) a cuestas. Hace dos meses que la vida "ya no es vida" y dice mi adjunto -y si lo dice no se equivoca- que es la crónica de una muerte anunciada.

A la media hora volvió P., lo trajo la policía. Cruzamos miradas y sé que no fingió para bajar a pasear. 

En el folleto sobre esquizofrenia otro paciente dibujaba un corte de manga. "Esquizofrenia, eres una puta."
  


                         ---------------

Feeling scared today
Write down "I am OK"
A hundred times the doctors say
I am OK
I am OK
I'm not OK

Skin is crawling off
Mopping the sweaty drops
Sticking around for this shit
Another day
Another day
Not another day

Pink pills feels good
Finally understood
Take me in your warm embrace
I am trying
I am trying

domingo, 15 de junio de 2014

El vals de los monstruos.



A mitad del pasillo de la planta de Psiquiatría hay un sillón.

Casi siempre hay algún paciente allí sentado; mirando al techo, cabizbajo, mirando hacia todos lados. Con soliloquios temerosos o soliloquios que le hacen reirse solo. El paciente más hiperactivo, el más sedado, el más residual, o el que cree ser el rey del mundo.

El sillón ya va siendo viejo. Es gris, muy desgastado, tiene maniatas por si se necesita contención. Está frente al control de enfermería para que sea más fácil echar un ojo.

Anoche estaba vacío. Me senté yo; aprovechando un momento en el que las enfermeras estaban acomodando al nuevo ingreso, y cuando ya era tan tarde que los demás pacientes estaban dormidos. Me coloqué los cascos y puse música en modo aleatorio, me quedé mirando el pasillo... llevo ya seis meses en este sitio.

Un sitio que es un mundo pararelo.

Como dicen que ocurre antes de irse para siempre, ví delante de mí tantas imágenes de estos meses; porque entierro una primera etapa de la vida como residente, el primer contacto con mis pacientes. Escuchaba "La valse del monstres" y fue como si esas imágenes bailaran muy rápido en mi cabeza, a la vez que los enfermos bailaban -a veces de manera figurada, otras de manera literal- a lo largo del pasillo de la planta de Psiquiatría.

Si las emociones que se viven dentro de este sitio se materializasen de algún modo, romperían como en avalancha ese dique que es una puerta blindada. Y es que el tratamiento psiquiátrico durante siglos fue sencillamente esto; aislarlos del mundo, esconderlos. Ponerles muros moralistas o de ladrillo. Pero no se puede ignorar la realidad; hubo tiempos sin psiquiatras, todavía hay culturas sin ellos, aún así lo que siempre ha habido ha sido "locos." Este sitio también es parte del mundo.

Con una corona de cartulina roja paseaba un paciente "para burlarse de su enfermedad". Otro se escondía a gritos porque pensaba que íbamos a matarlo. Tantos ingresos que llegan muertos de miedo, que recorren este pasillo como si caminaran hacia una muerte sin remedio. Familias que saludan a los enfermos desde el otro lado de la puerta blindada, a través de las líneas de claridad, buscándolos por un pasillo que se les hace infinito. El enfermo agitado y agresivo hacia la habitación de contención. El profeta, los miles de Jesucristos y salvadores del mundo, el "médico-físico-químico-abogado-almirante de navegación." Las carreras por el pasillo y los bailes desenfrenados de los maníacos. La paciente que caminaba todo el día imitando a una modelo, como si fuese una pasarela y no un pasillo. Los coros, los dúos, los aplausos. También las peleas y los lloros. El paciente que me sigue rogándome que no delate lo que le dicen las voces, que escapa de mí porque cree que soy parte de un complot de matarifes, el que me sigue para pedirme matrimonio y el que me sigue para pedirme un cigarrillo. Pasos a toda mecha, otros inhibidos y casi catatónicos.

Y pese a todo, salir por este mismo pasillo siendo otro. Ellos se van mejor de lo que vinieron; a veces infinitamente mejor, otras veces renovados, otras un poco aliviados, a veces sin muchos cambios.

Yo tampoco saldré igual que entré en el mes de enero.

jueves, 12 de junio de 2014

Las desventuras del MIRquiatra

Esta es una actualización terapéutica; que me dejen patalear, gritar entre líneas.


Y eso que empezaré diciendo que durante este año de R1 nunca me he visto haciendo otra especialidad que no sea Psiquiatría. He rotado en otros servicios, he conocido a compañeros de todos los palos; pero creo que no hay nada comparable a exponerse a las tormentas del cerebro-entorno. Sentarse en una consulta a escuchar a personas con visiones reales o dismórficas, hiper o hipotrofiadas de la realidad es un ejercicio que va mucha más allá de todo lo que uno puede estudiar en una facultad de Medicina. La Psiquiatría es mucho más interesante, gratificante, útil y avanzada de lo que pensaba; prácticamente todos los pacientes mejoran y en la mayoría de los casos llegamos a entender, aunque sea sólo un poco, qué es lo que les está pasando. Pero no nos desviemos del tema; otro día escribiré sobre la felicidad del MIRquiatra. Hoy lo que toca son las desventuras.

Cuando uno coge su ensoñada plaza de MIRquiatra, y más aún si lleva años divagando sobre hacer Psiquiatría, espera que por fin se abra un minicamino de rosas. No lo espera abiertamente, porque en el fondo de su ser entiende que no tiene fundamento pensar tal cosa, pero la esperanza que tiene es un poco esa. Ha estudiado seis años infumables de una carrera que le ha gustado más bien a medias y en la que se han encargado de hacerle pensar que es una mierda. Cuando por fin tiene en mano la licenciatura, se encierra a estudiar un examen de memorización bestial, para el que nuevamente, pocos contenidos le gustan. Sobra decir que durante todo este tiempo la Psiquiatría es vista como una especie de tontería pseudofilosófica que hace más daño que beneficio, y tampoco hay que dedicarle mucho tiempo. La Psiquiatría de la carrera suele ser una asignatura de esas que se aprueban muy a la ligera, para las que casi nadie estudia en serio, y donde los contenidos se explican de una manera que ridiculiza bastante la labor real del psiquiatra. En el MIR hay un puñado de preguntas sencillas que no ahondan para nada en lo que el futuro MIRquiatra quiere; filosofar, neurociencear, humanizar.

Digamos que con este bagaje, y habiendo escuchado de antemano que su decisión de escoger Psiquiatría ("pero hombre, ¡si con tu número podías haber hecho otra cosa!") va a ser vista como prueba irrefutable de su propia locura... con este bagaje el MIRquiatra tendría que llegar preparado para todas.

Cuando yo era estudiante de Medicina, roté en un Servicio de Cirugía General. Aquellas mañanas se me hacían muy largas. Un día uno de los cirujanos nos preguntó qué planes teníamos para la especialidad; cuando dije que iba a hacer Psiquiatría me soltó un mediosermón sobre la pérdida de tiempo que suponía estudiar una carrera "tan jodida" y acto seguido "tirarla por la basura haciendo de psicólogo con unos cuantos majaras." Llegó otro cirujano, éste más comedido, y dijo que entendía que no me gustase la cirugía... pero que siempre podía hacer una especialidad médica (me sugirió Medicina Interna).

El caso es que durante la residencia las cosas siguen un poco en esa línea; el psiquiatra es visto por muchos colegas médicos como un bicho raro. Y sus pacientes, como cabe pensar, son vistos como seres peligrosos de los que más vale estar lejos.
El MIRquiatra llega a su Servicio de Psiquiatría y se topa con unos pacientes inofensivos en su mayor parte, o más dañinos para sí mismos de lo que podrían serlo para ningún otro. Les coge cariño, se ríe y llora con ellos, los entrevista durante horas y luego repasa sus palabras, aprende poco a poco a traducirlo al lenguaje de la psicopatología y a tratar su enfermedad. Pero resulta que cuando esos pacientes psiquiátricos (uno de los peores apellidos que pueden tener en su historial clínico) necesita de los cuidados de otros médicos, éstos llegan incluso a escribir anotaciones que el MIRquiatra sabe que se han manipulado. Porque un paciente deprimido e inhibido rara vez puede ser tan amenazante que no puedas acercarte a explorarle el abdomen, por ejemplo (menos aún si sabes que tiene una fiebre de 39ºC, Insuficiencia renal estadío V, todos los factores de riesgo cardiovascular conocidos e Insuficiencia hepática.) Y ahí es donde el MIRquiatra tiene que perseguir a dichos médicos, incluso en casos muy graves, para evitar que el paciente se muera de una infección delante de sus morros.
Hay excepciones y he visto el respeto de muchos compañeros por mi trabajo, pero me avergüenza y me apena esta lucha constante para que mis enfermos sean tratados como cualquier otro.

El MIRquiatra introvertido aprenderá durante su año de R1 que 24h en contacto directo con otras personas le agota y le vuelve un poco huraño. Las guardias siempre son complicadas, pero más aún si necesitas tiempo en soledad.

Otras desventuras serán el nepotismo, la precariedad laboral y el paro que ve en residentes mayores a su alrededor, el constante bombardeo de la industria farmacéutica (con sus grandes eventos para altos cargos por un lado, y su pasotismo a la hora de invertir en otros campos), el estancamiento de la investigación, el tedio de las tesis doctorales y otros requisitos académicos (que el MIRquiatra imaginaba como interesantísimos), el enfrentamiento entre adjuntos, la dicotomía categorial biología-psicoterapia (que no acabo de encontrar encarnada con racionalidad en ningún psiquiatra), el mundo paralelo de la Psiquiatría privada, la necesidad de perseguir adjuntos para que corrijan o asesoren tus actos, las familias hiperdemandantes y muchos momentos con la moral por los suelos.

En los gajes del oficio, el MIRquiatra no tenía ni pajolera idea de lo que es entrevistar a un paciente con trastorno de la personalidad a las 5 de la mañana. Que las formas de querer matarse son casi infinitas; hay mucha gente que quiere matarse para hacer daño a otra persona, o porque necesita ser un enfermo, o porque funciona en modo cortocircuito.
Esos pacientes que los propios psiquiatras llaman "trastornazo de...", "psicopatón", "limitón" y otros epítetos tan descriptivos como esos. Pacientes que te hacen hasta leer libros de Psicoterapias raras, a ver si se aparece el milagro y encuentras manera de manejar una entrevista y de sentir que has ayudado mínimamente a que mejoren en algo.

Hay días agotadores. Hay días que cierro los ojos y sólo veo pacientes persiguiéndome por el pasillo, politoxicómanos que intentan chantajearme para conseguir algo con el adjunto, voces y gritos. Y esas familias que creen que soy "la chica", "la secretaria" y que debido a mi edad y a mi sexo ni siquiera merezco su respeto. Qué asco de sociedad y qué atraso. Las pilas de informes que redacto, el sentimiento de no saber si preguntar o no; si no pregunto soy una pasota, si pregunto probablemente pregunte tonterías que alguien se acuerde de recordarme que demuestran que no sé nada. La necesidad de estudiar mucho y no saber por dónde empezar; como si me hubiesen tirado en un océano. El robo de tanta ilusión que tenía volcada en esta especialidad, por culpa del tedio y de malos momentos que me hacen darle demasiadas vueltas al coco. Sentirme una gilipollas por no afrontar que la vida real es así y que esperar más es una fantasía. El cansancio, el no dormir y el dormir mal. Los pacientes para los que nunca seré su médico, a pesar de hablar con ellos a diario, porque la aparición del adjunto es como una visión estelar que me convierte inmediatamente en su secretaria o en su enfermera. Creo que estaría mejor en un trabajo que no me exponga constantemente a las miserias de los demás, que no demande de mi empatía continua y de gran parte de mis energías emocionales.

Son cosas que pienso cuando estoy hasta arriba, ya dije que sería una entrada terapéutica.
A veces hay que reventar.