domingo, 6 de julio de 2014

Si yo fuera John Nash (pero soy Julián)


Creo que es lo bonito de esto; ver la vida pasar. Lo cotidiano y la diversidad de historias.
Rotar en la USM (Unidad de Salud Mental) es ser una mezcla entre médico de familia y trabajador social; o así pintan las cosas estos primeros días. Es "hacer Psiquiatría de Twitter", como dijo un adjunto en el café el otro día; realmente no hay tiempo para escribir los cursos clínicos con tranquilidad. Por no haber, no hay casi tiempo para hablar con calma. Ni para consultar mucho las dudas.

Yo me siento en el despacho y al otro lado van pasando diferentes historias, algunas peculiares y otras que podrían ser la mía. Hay gente enfadada, agradecida, triste, eufórica, derrotada, renacida, cansada de esperar o encantada de que la atiendas.
La carga asistencial es potente y la variedad de diagnósticos y fármacos que se manejan es bastante mayor que en la Unidad de Hospitalización de Agudos. Muchas reacciones de duelo (readaptaciones tras la muerte de un ser querido), muchos trastornos adaptativos (maneras de afrontar los problemas), mucha depresión y ansiedad. Y luego, muchos pacientes con esquizofrenia y trastorno bipolar que vienen a revisar su evolución y tratamiento, o a hacerse niveles de algunos fármacos. De vez en cuando un paciente con trastorno de la personalidad, del tipo que sea, con quien tienes que escuchar y mostrar mucha calma. Ése es el punto clave; aprender no sólo Psiquiatría, sino una infinita dosis de paciencia y el cómo mantener la empatía muy viva sin acabar derrotada. De nuevo, como dijo el mismo adjunto en su día; "nunca des tu camello, guárdatelo o acabarás perdido en un desierto."
Y qué razón tenía.

Las consultas van pasando y vas solucionando, más o menos, las necesidades y demandas de cada persona. Hay cosas que necesitan cinco minutos y otras que necesitan una hora, y la lista de pacientes siempre parece interminable; por no hablar de ese momento en que te asomas a la sala de espera y ves que no cabe ni un alma.
De vez en cuando, un paciente te resulta algo insólito, extremadamente particular, novelesco incluso. Ese paciente que te comenta que está viendo mucho cine "mi terapia para no tomar demasiada Zyprexa" y que lee "al tomar menos Zyprexa me concentro más".
Tienes cinco minutillos extras y le preguntas qué está viendo últimamente o qué novelas le gustan. Esta semana ha visto "Una menta maravillosa" y te explica que se sintió identificado con Nash; "hace años incluso le ví en una conferencia, y le dije ¡yo también tengo esquizofrenia! No me entendió ni papa claro, pero sonrió todo amable. Creo que la Zyprexa le sienta de maravilla."





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