miércoles, 1 de mayo de 2013

A la cabecera del enfermo, donde todo cambia.

'El contacto del médico -cálido, familiar y tranquilizador-, el consuelo y la preocupación por el paciente, las plácidas y largas conversaciones, están desapareciendo de la práctica de la medicina, y eso podría resultar una gran pérdida. Si yo fuera un estudiante de medicina o un interno, si estuviera preparándome para empezar, este aspecto de mi futuro me preocuparía más que ninguna otra cosa. Temería que me arrebataran muy pronto mi auténtico trabajo - cuidar a los enfermos - y que me tuviera que dedicar a otro muy distinto, atender máquinas. Trataría de encontrar la manera de que esto no ocurriera.'


Lewis Thomas, doctor en medicina.
'The Youngest Science: Notes of a Medicine Watcher'



El contacto continuo con personas enfermas te da una visión de las cosas diferente a la que tenías antes de empezar; es difícil planear constantemente el futuro lejano cuando a diario te enfrentas a la desgracia fortuita. Toda una existencia, de hoy para mañana, se desmorona muchas veces con una fragilidad que asusta. Enfermamos de imprevisto y con facilidad, y es por eso que llevo años agarrándome a todas y cada una de las oportunidades para disfrutar cualquier experiencia interesante que se me presenta. No me he convertido en una vividora, pero sí que me he hecho más hedonista. Es esta conciencia de aleatoriedad y de la condición temporal de la existencia. Ser médico te cambia la vida.

Por otra parte, la posibilidad de entablar un contacto personalizado con miles de personas que acuden a tu consulta, se torna un arma valiosa a la hora de comprender las diferentes formas de pensar. Desaprovechar esto, cerrándose de miras a las diferencias, me parece una grandísima pérdida. Ser médicos no nos sitúa en posesión de la verdad absoluta... es al otro lado, a la cabecera del enfermo o tras esa mesa de la consulta, donde todo cambia. Cada persona tiene unas convicciones distintas, una forma de entender la enfermedad y la vida, una manera de reaccionar, una personalidad diferente, unas virtudes y unas flaquezas.
Juzgar, por ejemplo, a pacientes que han sido adictos a alguna droga es algo que se vuelve difícil tras haber escuchado la situación personal y las ideas de ese paciente en particular. '¿Qué hubiese hecho yo en su lugar?' es una pregunta que no está de más, y que muchas veces se contesta por sí misma.

Me viene a la mente el documental biográfico 'Las alas de la vida', del médico Carlos Cristos. Una lección de inteligencia y humildad que conmueve por la integridad de este médico de familia, atrapado en un cuerpo que se desmorona, pero esperanzador y lúcido. Y 'si puede ser, con una sonrisa'. 
En su cuarta década de vida, se enfrentó a un diagnóstico de enfermedad incurable y terminal (atrofia sistémica múltiple, una enfermedad neurodegenerativa). Entonces decidió llamar a un amigo suyo, director de cine, para que filmase la evolución de su enfermedad con la esperanza de poder ayudar así a muchas personas en situaciones parecidas. Realmente me quito el sombrero ante su iniciativa de predicar con el ejemplo, de seguir al servicio de todo aquel que lo necesite. El médico eterno.

Y es que ya en el siglo XIV nos decían eso de 'curar a veces, aliviar a menudo, cuidar siempre'.
Tenemos la obligación -y también el privilegio- de acercarnos al enfermo, más allá de los diagnósticos y de los tratamientos. No la desaprovechemos.

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