miércoles, 15 de mayo de 2013

La cuenta atrás para ser psiquiatra.


Así me siento; me lanzo al vacío.

Y no sé si me esperará una piscina de aguas mansas o una marea de tormenta.

Nadie suele estar preparado para afrontar un cambio, pero cuando ya ha pasado todo, nos decimos a nosotros mismos que no ha sido para tanto. Que tantos miedos e incertidumbres no nos sirvieron de nada, y que además, exagerábamos.

De todas formas, cada etapa hay que vivirla y sí, ahora me toca un poco de miedo, un poco de ansiedad, la ilusión que se mezcla con la duda, y la incertidumbre de saber si he acertado en una elección tan arriesgada como es elegir el sitio donde hacer tu residencia.

He llegado a pensar varias veces que más cómodo hubiese sido estudiar el MIR otro año; que no me vendría nada mal ni en cuanto a conocimientos ni en cuanto a preparación psicológica para el mundo real en el que ahora entro. Como muchos compañeros, me imagino, he vivido en una burbuja; estudiar, aprobar exámenes e ir saltando los obstáculos teóricos que te marcaban en la facultad y luego en la academia. No sé nada del mundo que me espera a partir de ahora, lo he visto de refilón en las prácticas y no me siento preparada. Pero tengo ilusión, tengo ganas, y los malos tiempos en la carrera me han hecho persistir ante casi cualquier cosa.

Han sido seis años de carrera y un año de preparación para las oposiciones MIR; un largo camino que siguió pautas comunes en cuanto a responsabilidades y rutinas diarias. Ahora las cosas cambian y dejaré los apuntes subrayados de multicolor, los post-it y las reglas mnemotécnicas para vivir la cara real de la medicina. Los enfermos, las familias, los compañeros de trabajo, el gestor, el jefe de servicio, los papeleos burocráticos... y todo ello en un ambiente de crisis económica y ataque al Sistema Sanitario.

No parece un buen momento, pero es mi momento de todos modos.
Es descorazonador ver como tantos compañeros no encuentran trabajo o consiguen solamente contratos precarios después de tanto esfuerzo, y se sientan a tu lado en las clases preparatorias del MIR para asegurarse aunque sea un sueldo digno para otros cuatro o cinco años.
Algunos han creado una familia y están pagando una hipoteca, con lo cual no pueden permitirse mucha movilidad a la hora de trabajar en lo que les gusta, y se ven obligados a intentarlo en otra especialidad distinta. Es un pena, una verdadera pena, pienso que todos somos mejores en lo que más nos motiva y eso se traduce en un beneficio tanto para el paciente como para el sistema sanitario.

Esta quasi-década de estudio la pasé caminando por un túnel tan inmenso como es el conocimiento del cuerpo humano. No sabía dónde ni cómo acabaría una vez consiguiese mi título de licenciada; y al final me he decantado por la Psiquiatría.

Abro ahora las puertas a un campo diferente, con múltiples posibilidades de investigación y de aprendizaje, la gran mayoría desconocidas para mí. Va a ser interesante ver adónde me lleva esta ruta.

Todos hemos visto durante nuestras prácticas hospitalarias que la vida de los residentes, de cualquier especialidad, es dura. Es el salto al mundo real, para el que realmente no te ha preparado la universidad, y el cara a cara con un campo que psicológicamente es un reto; los pacientes pueden empeorar pese a tus mejores empeños, tus errores se pagan caro, a veces el paciente fallece pese a un tratamiento exhaustivo, las enfermedades son una injusticia, nos puede afectar la hipocondría y la aprensividad. Y aunque en la facultad parecía que podríamos curarlo todo, ya que para cada enfermedad memorizábamos un tratamiento (como si de acción-reacción se tratase, sin contratiempos), cada paciente es un mundo. Hemos cronificado muchas dolencias pero curamos pocas, muy pocas. Los cirujanos pueden decir eso de 'muerto el perro se acabó la rabia' en algunas ocasiones, y también aquel que se dedique a las enfermedades infecciosas. Pero el resto nos dedicaremos a acompañar a pacientes en su dolor, a paliar síntomas, a controlar la enfermedad, y en definitiva a cuidar de personas. Nuestra tarea se torna entonces más humanitaria que puramente médica.

Y yo recuerdo que eso ya me emocionó en una de mis primeras clases de medicina, cuando un profesor nos dijo que nuestro esfuerzo tendría recompensa en forma de ayuda a muchos enfermos. Sigue pareciéndome un gran privilegio pero... ¿estoy preparada, de verdad, para ser médico?

¿Podré con las guardias, con las críticas de mis adjuntos, con los fracasos con algunos enfermos?, ¿es que voy a 'dar la talla' en cuanto a conocimientos y habilidad?, ¿encajaré en mi servicio?, ¿sabré comunicar con las familias y con los pacientes?, ¿voy a poder realmente ayudar a alguien cuando tengo la sensación de que no sé gran cosa?, ¿he elegido lo que realmente va a hacerme feliz, o me defraudará?

Es inútil inundarse la mente con estas preguntas pero es difícil poder evitarlo; dentro de pocos días terminará esta espera interminable del post-MIR y me asomaré a contemplar mi nueva vida.

Siento que estamos desinformados y perdidos en un mundo del que, los que no somos 'del gremio' (o 'médicos sangre sucia' como algunas veces he leído), sabemos poco.
Nunca he estado satisfecha con la universidad de medicina; sus métodos de enseñanza son arcaicos, nos damos cuenta ahora de forma muy clara de que la memorización y los exámenes tipo test no sirven de gran cosa. En otros países los estudiantes de Medicina se pasan uno o dos años rotando íntegramente por servicios hospitalarios; descubriendo cómo es ese mundo y cuál es el campo donde van a sentirse realmente cómodos.

Por poner algunos ejemplos; 6º y 7º de Medicina en Bélgica (no hay oposiciones, sino que la carrera se alarga para adquirir conocimientos prácticos) consisten en trabajo hospitalario. Durante todo el día, los estudiantes acompañan a médicos y residentes en los servicios más importantes y toman parte en las actividades diarias de cada rotatorio (en 6º rotan por todos sitios y en 7º solamente en aquello que decidan como especialidad futura). En España somos meros observadores; las prácticas consisten más en perseguir adjuntos que en adquirir conocimientos.
Los estudiantes franceses comentaban la inmensa cantidad de teoría que deglutimos en las facultades españolas, ya que ellos se centran más en la parte práctica y adquieren responsabilidades de residente durante su formación universitaria (lo mismo ocurre en Holanda o Alemania.)
En Finlandia, a partir de 3º de Medicina, puedes trabajar en un centro de salud como médico general (supervisado) durante tus vacaciones de verano, siendo esto un trabajo remunerado incluso. No sabía qué decir cuando un médico finés me comentaba que había aprendido a hacer punciones lumbares durante unas prácticas hospitalarias de su carrera.

El próximo lunes me asomaré definitivamente a ver qué me depara mi nuevo mundo, aunque las primeras impresiones no son las que realmente cuentan; cuatro años me esperan en esta aventura que empieza.

Simplemente busco posibilidades de aprender, cuanto más mejor, tal vez investigar o adentrarse en algún proyecto interesante sobre Psiquiatría.
Un cierto compañerismo y buen ambiente de trabajo, donde al menos el día a día en los momentos malos se haga llevadero.

Pronto sabré lo que me encuentro.

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