miércoles, 15 de mayo de 2013

Upstream color (el veneno de Thoreau.)


Shane Carruth, eres un genio.


Fué un lunes, nada más despertarme. La ví de un tirón, me pareció que había durado instantes. No he visto 'Primer', esa supuesta ópera prima para cerebritos cuyo argumento ha dado lugar enormes diagramas explicativos, para descifrar la historia de unos ingenieros que descubren por casualidad el viaje en el tiempo.

Este hombre no nos regalaba cine desde hace nueve años. Pero yo pocas veces he visto una película tan hipnótica. Y una crítica en The New Yorker, muy acertada, la comparaba con el veneno -azul en este caso- del pensamiento de Thoreau. Tengo que leer 'Walden (o la vida en los bosques)'.

Una divagación sobre la verdadera naturaleza de la vida; ¿el mundo es bello o es una maldición?, ¿de dónde surge su belleza sino de la putrefacción de todo lo muerto? Ese veneno, que nos carcome. Dentro, quizás, de nuestro cerebro.

Y la historia de dos personas enlazadas por ese misterio que es la biología humana, atrapadas en un ciclo invencible de eternidad. El ciclo de la vida.

Los gusanos y las larvas.

Dos amantes que se entretejen con sus brazos, abrazando así su destino, que en un sentido más holístico que ofensivo, se equipara al de dos cerdos. 

Muchos dirán 'una panoia...' y otros dirán 'qué genialidad' pero pienso que todo el mundo apreciará la gran dosis de filosofía y ciencia que encierra esta película. 

Un parásito que trastorna la percepción de la realidad, como podría ser el Toxoplasma (la infección en embarazadas es factor de riesgo de esquizofrenia fetal, entre otras enfermedades) se apodera de los  ¿protagonistas? de esta trama. En una entrevista con Carruth, parecía reafirmar que efectivamente se había inspirado en el mundo de los parásitos, preguntándole al reportero:

-'¿Has oído hablar alguna vez de esos parásitos que infectan el cerebro de las avispas y las hacen volar en círculos?'

Y es que la propia larva con su neurotoxina, es la verdadera protagonista; capaz de lavarnos el cerebro, esta larva común de cucaracha tiñe de azul las flores que crecen en su tierra. 
'El ladrón', un personaje aficionado a la botánica, identifica las larvas por ese detalle y las separa para utilizarlas a su conveniencia. Para ello cuenta con adolescentes que recogen las flores azuladas en el bosque y reciben como premio una Diet Coke mezclada con residuos de las larvas, capaz de hacer cambiar su sensibilidad propioceptiva. Kris, la chica de nuestra pareja de enamorados, va a ser atacada a la salida de un bar por 'El ladrón', que deslizará una larva por su garganta y la secuestrará en un intento manipulativo de conseguir el valor de su casa en dinero -en monedas, para ser precisos-, además de encargarle todo tipo de tareas sin piés ni cabeza, y entre ellas la transcripción y memorización de 'Walden', de Thoreau.
Las hojas emborronadas de apuntes se pliegan sobre sí mismas hasta que la papiroflexia da lugar a un eslabón de una guirnalda, cuyos bordes se pegan cuidadosamente. La cadena de la vida.
¿Las guirnaldas apiladas en cubos de basura son señales de alegría o de pena? La fiesta ha acabado, pero al fin y al cabo, ha habido fiesta. Mejor existir que flotar en la nada.


'El ladrón' le dice a Kris que no puede mirarle directamente porque su mente brilla como el sol. Este es un llamamiento a despertarse; también Thoreau llama al sol 'la estrella de la mañana' con ese propósito. Despertémos a contemplar el ciclo.

La larva sigue invadiendo el cerebro de Kris, no importa lo mucho que intentará sacársela a cuchilladas, hasta que otro personaje entra en juego: 'The Sampler', una especie de catador de sonidos que busca incesantemente imitar los ecos de la naturaleza sentado con su organillo en algún recodo rural. Porque sabe que a las larvas se las atrae con estos sonidos, y es así como Kris va a su encuentro, pues es el parásito en su cerebro quien decide el rumbo. 
Es entonces que nuestro catador de sonidos realiza una transfusión sanguínea bidireccional entre Kris y un cerdo, pasando ahora la larva al cerebro porcino. La escena siguiente es un hospital donde todos los pacientes están moribundos o sedados, y quizás sea esta una escena visionada a través de los ojos del cerdo, portador actual de la larva. Los pacientes humanos son cerdos en realidad, mirados por otro cerdo, que está convencido de su humanidad... un mero producto de una infestación parasítica.

Y Kris se despierta en mitad de la nada, sentada en su coche sin poder recordar. No ha ido al trabajo en varios días y sus excusas no van a evitarle el despido. No tiene nada; ha perdido su dinero, su casa, cree que es una enferma psiquiátrica y vive medicada.

La redención: el amor. 
En el metro conoce a Jeff (interpretado por el propio Carruth) y se enamoran (a la par que una pareja de cerdos comienza también a intimar). Ninguno comprende el vínculo que les une; se atraen, quieren estar juntos... Jeff también lo ha perdido todo y atribuye su fracaso al alcoholismo. Su incipiente romance culmina en una escena de pocilga: abrazados bajo las sábanas blancas, despiertan rodeados de una piara y se clavan en el estiércol las patas de su cama. Este amor supremo, este romance del que sólo somos capaces los humanos, esta 'superioridad' emocional que nos separa de lo animal se torna ahora irónica. Tal vez no estemos viendo otra cosa que a dos cerdos que retozan, creyéndose humanos gracias a la neurotoxina larvaria.

El catador de sonidos sabe que sus cerdos encierran parte de humano, se acerca a ellos y los acaricia a diario. Los sonidos silvestres que captura y que imita con su música se nos comparan con sonidos de máquinas; fotocopiadoras, impresoras... como si fuesen ellas mismas imitadoras de la naturaleza. 
El apareamiento de los insectos en una mesa de oficina.

Pero han nacido cerditos y la pareja de cerdos se protege del catador de sonidos, distraído ahora de Jeff y Kris, mientras evita que se le resistan y hullan. Kris desarrolla ahora un frustrado instinto maternal, quizás piense que los cerditos son o deberían ser su propia descendencia.
Los médicos le realizan estudios y descubren que en su día se le extirpó un tumor de útero en estadío avanzado. ¿Es la existencia un privilegio o una maldición?

-'Parece ser que eres una superviviente de un estadío III, Kris...'

Pero no hay alegría. Kris no recuerda nada. Lo único que cuenta es la pérdida, la pérdida potencial de su maternidad deseada. ¿Cuánto vale la supervivencia, es que sobrevivir basta? En este momento sobrevivir, para Kris, es una desgracia.
Y es ahora que el catador de sonidos separa a los padres de los cerditos, tirando a las crías en una bolsa a un río que se inundará de esencia azulada cuando llegue su putrefacción. Ese veneno, el veneno de Thoreau, ha pasado a la descendencia de los cerdos y colorea las flores de azul, para que 'El ladrón' las venda en los mercados.

Kris está alerta, como una madre a medianoche cuando su bebé llora, y no entiende las causas... pero escucha un sonido que proviene de debajo de la tierra, del crujir quizás de las raíces donde parasitan ahora las larvas. Como suele decirse; la llamada de la naturaleza. Jeff también está asustado, y los dos terminan abrazados, escondiéndose de todo en una bañera. 

'Walden' entra en juego a modo de recital acuático; Kris nada en una piscina de un azul clorado, recogiendo piedras del fondo, y recitando líneas del libro de Thoreau con cada déposito. Estas piedras parecen simbolizar la construcción de un sentido para esta pareja. Hay algo más detrás de su historia. 
Es así como acaban encontrando al catador de sonidos, atraídos por sus ecos imitados, y se le ajusticia a golpe de pistola. Los múltiples informes médicos que acumulaba en la granja de cerdos les revelan a otros muchos que han sido víctimas de la parasitación y a todos ellos Jeff y Kris les envían una copia de 'Walden', de Thoreau. Todos ellos despertarán así de su ensoñación e irán a la granja para cuidar de unos cerdos que serán para ellos más importantes que sí mismos. Un momento; ¿son ellos mismos?

Los pequeños ya no son lanzados en un saco al río más próximo, por tanto ya no existe putrefacción y las flores no vuelven a crecer azuladas por la neurotoxina. Se ha cerrado el círculo de la vida. Y, de alguna manera, se siente que hemos perdido algo; que esa esencia coloreada era lo que más nos cautivaba y que de la podredumbre nacía el velo de la belleza.
Al final de 'Walden', Thoreau alaba a una larva que empeña su vida en taladrar una mesa de madera de manzano, a pesar de que su libertad le cueste sesenta años. Y, se pregunta si no se restaura la fé en la inmortalidad después de esto. Su héroe, nuevamente, es el parásito.



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